Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Jueves 21 de julio de 2016.


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Verde

Santo del día:



Primera Lectura: Libro del profeta Jeremías (2, 1-3. 7-8. 12-13)
Me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas,
y se hicieron cisternas agrietadas

En aquel tiempo, me habló el Señor y me dijo: “Ve y grita a los oídos de Jerusalén: ‘Esto dice el Señor: Aún recuerdo el cariño de tu juventud y tu amor de novia para conmigo, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivo.

Israel estaba consagrado al Señor como primicia de su cosecha. Quien se atrevía a comer de ella, cometía un delito y la desgracia caía sobre él.

Yo los traje a ustedes a una tierra de jardines, para que comieran de sus excelentes frutos. Pero llegaron y profanaron mi tierra, convirtieron mi heredad en algo abominable. Los sacerdotes ya no hablan de Dios y los doctores de la ley no me conocen, los pastores han profetizado en nombre de Baal y adoran a los ídolos.

Espántense, cielos, de ello, horrorícense y pásmense, –palabra del Señor–, porque dos maldades ha cometido mi pueblo: me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas, y se hicieron cisternas agrietadas, que no retienen el agua’ ”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este pasaje de Jeremías, con el cual inicia su vida profética, nos llama a recordar, también a nosotros, los primeros momentos de nuestra conversión. Esto es un ejercicio que debemos hacer con mucha frecuencia, pues en el mundo en el que vivimos, en el cual vamos en contra de la corriente, es fácil que se retroceda, incluso como lo denuncia el profeta, que podamos regresar a la etapa de nuestra vida pagana, lo cual sería sumamente peligroso para nuestra vida espiritual. 

El mismo Apocalipsis le recuerda a la Iglesia que no basta con decir: Creo en Dios, voy a misa, "cumplo", sino que nuestra vida moral debe ser congruente con nuestra fe, como deja de manifiesto también el Papa Juan Pablo II en su encíclica "Veritatis Splendor"; el apóstol san Juan nos invita a ver desde dónde hemos caído, a darnos cuenta de que posiblemente el mundo nos ha arrastrado y, pudiera ser que, a pesar de haber conocido en algún momento la ternura y el amor de Dios, nos hayamos vuelto a contaminar y ahora nuestras palabras, nuestros pensamientos y nuestras obras ya no sean propiamente cristianas. 

El apóstol san Pablo habla duramente contra los Gálatas los cuales, "habiendo comenzado con en el Espíritu terminaron en la carne". Tengamos cuidado de no caer en ello. Escuchemos continuamente la voz de los profetas.

Salmo responsorial (35, 6-7ab. 8-9. 10-11)
R/ Tú eres, Señor, la fuente de la vida. 
  • Señor, tu misericordia es tan grande como el cielo y tu fidelidad, como desde la tierra hasta las nubes. Más grande que las montañas es tu justicia y tus sentencias son como el océano inmenso. R. 
  • Señor, qué inapreciable es tu misericordia. Los seres humanos se acogen a la sombra de tus alas, se nutren de lo más sabroso de tu casa y tú les das a beber el torrente de tus delicias. R. 
  • Porque tú eres, Señor, la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz. Prolonga tu misericordia con los que te reconocen y tu justicia con los rectos de corazón. R.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 10-17)
A ustedes se les ha concedido conocer los misterios
del Reino de los cielos; pero a ellos no

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” El les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no.

Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.

Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Reflexión sobre el Evangelio

Al leer este pasaje, las palabras de Jesús nos podrían hacer pensar: ¿Es que Dios hace diferencias? Es que, como decían algunas herejías, ¿Dios ha elegido a unos para el cielo y a otros para el infierno? La respuesta definitivamente es no. No es que Dios haya cerrado los ojos y los oídos sino, como el mismo Jesús lo dice: su corazón se ha hecho insensible, no tienen deseos de convertirse. 

La realidad que vivimos de comodidad y las exigencias que presenta el Evangelio pueden hacer que poco a poco nuestro corazón se vaya haciendo insensible a la palabra de Dios. Hoy en día vemos, como lo dice el Papa, que la realidad del pecado se ha diluido; el hombre se ha hecho insensible a la maldad. Ya no es extraño en nuestra vida oír sobre el divorcio, por lo que para muchos jóvenes, ya desde el inicio de su matrimonio, está en germen, al menos, la posibilidad de divorciarse y volver a comenzar. 

Es tanto lo que el mundo nos ha mentalizado que el matrimonio cristiano no se diferencía mucho más que el matrimonio civil; no deja de ser un contrato más. El corazón se hace insensible y deja de escuchar la palabra de Dios: "Lo que Dios unió que no lo separe el hombre". Por ello bienaventurados los ojos que ven y los oídos que no se cierran a la Palabra de Dios, pues en ello está la verdadera felicidad.

Oración

En efecto, Señor, tú siempre me has conducido por verdes praderas y cañadas de agua clara, has apacentado mi alma en el momento de la angustia y siempre te has mostrado vencedor, tierno y misericordioso para conmigo. Te pido tu favor y ayuda para que esto siga de esta manera, que mi cariño y amor, como el de la novia, vaya cada día en aumento hasta que te pueda ver cara a cara.

Acción

Hoy diré constantemente al Señor palabras de cariño y amor de mí hacia él.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis 2016, Conferencia Episcopal de Costa Rica