Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 11 de enero de 2017.


Tiempo Litúrgico: Ordinario
   Color del día: Verde   

Santos del día:


Primera Lectura: Carta a los hebreos (2, 14-18)
Tenía que asemejarse en todo a sus hermanos para ser misericordioso con ellos.

Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos, que por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.

Pues como bien saben ustedes, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Como él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.

Reflexión sobre la Primera Lectura

La liturgia nos propone este hermoso texto que nos invita a reflexionar en lo importante que somos nosotros delante de Dios. Distíntamente a lo que muchos pudieran pensar, nosotros no somos una creación cualquiera, sino única y exclusiva de Dios, criatura a la cual, por medio de Jesús, nos incorporó a su familia y, por ello, podemos llamar verdaderamente Padre a Dios.

Pero más aún, somos tan importantes y nuestra vida es tan apreciada por Dios que envió a su único Hijo para que, dando su vida en rescate, nos diera la vida. Imagínate, pagó tu vida eterna con su propia vida. Ya no eres más esclavo, sino que ahora eres hijo de Dios. ¿Cómo no responder con generosidad a un Dios que te ama tanto? ¿Cómo no darle lo mejor de ti a Aquél que entregó su sangre para que tuvieras vida y la tuvieras en abundancia?

Salmo responsorial (104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9)
R/  El Señor nunca olvida sus promesas. 
  • Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. R. 
  • Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. R. 
  • Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos. R. 
  • Ni aunque transcurran mil generaciones se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera. R.

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 29-39)
Curó a muchos enfermos de diversos males.

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. El se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. El les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Reflexión sobre el Evangelio

Nuestro evangelio nos resalta tres elementos esenciales en la vida de Jesús: La predicación incansable del Reino, dar la salud a los enfermos y expulsar a los demonios, y la oración. Es decir, la predicación siempre tendría que estar acompañada de signos (sanar y expulsar demonios) y de la oración. 

La primera comunidad lo entendió perfectamente, y de manera especial los apóstoles, quienes reproducían la misma forma de proceder del Maestro: no se cansaban de anunciar la Buena Noticia del Reino, sanaban y oraban incansablemente. Los milagros eran algo normal entre los creyentes. Era una comunidad sumergida en el misterio del amor de Dios en donde lo extraordinario se convierte en ordinario y lo imposible en la realidad cotidiana.

Si nosotros verdaderamente nos decidimos a ser discípulos, a orar y vivir conforme la enseñanza del Maestro, veremos nacer en nosotros un deseo inmenso de predicar y nuestra predicación estará siempre acompañada de signos. ¿Seremos capaces de intentarlo?

Oración

Señor, ¿cómo pudiera responder adecuadamente y con gratitud a aquello que has ganado para mí? Diste tu vida entera para hacerme partícipe de tu vida inmortal; lo único que se me ocurre es ofrecerte mi vida entera, sé que no es tan grande y poderosa como la tuya, sin embargo, sí es lo mejor que tengo, y así te la doy, acéptala por tu infinito amor.

Acción

Hoy, en cada decisión que tome me preguntaré: ¿Lo haría Jesús?, consciente de que es Jesús quien está viviendo en mí.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica