Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Lunes 23 de octubre de 2017


Tiempo Litúrgico: Ordinario
   Color del día: Verde   

Santo del día:


          Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos (4, 19-25)
Está escrito también por nosotros
a quienes se nos acreditará,
si creemos en nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: La fe de Abraham no se debilitó a pesar de que, a la edad de casi cien años, su cuerpo ya no tenía vigor, y además, Sara, su esposa, no podía tener hijos. Ante la firme promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza, antes bien su fe se fortaleció y dio con ello gloria a Dios, convencido de que él es poderoso para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia. 

Ahora bien, no sólo por él está escrito que “se le acreditó”, sino también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.


Reflexión sobre la Primera Lectura

De nuevo san Pablo presenta de forma categórica cómo la fe es el pilar donde está cimentada toda nuestra vida cristiana. Es, pues, necesario creer con firmeza que en Jesús está la respuesta a todas nuestras angustias, a nuestras ansiedades; que en él hay vida y vida en abundancia. Es triste ver cómo nuestro mundo, cubierto por la sombra del pragmatismo, no cree. Dice tener fe pero en realidad no la tiene, pues creer es confiar y dejarlo todo en las manos de Jesús. 

En el pasaje que cita san Pablo vemos que la fe de Abraham se manifiesta en sus acciones. Dios primero le dice: "deja tu tierra y ponte en camino a la tierra que yo te mostraré". Y, confiado en esa Palabra, Abraham se pone en camino, sin ni siquiera saber hacia dónde iba. Deja sus seguridades y se deposita en la confianza plena del Señor. 

Si nosotros decimos tener fe, debemos obrar de la misma manera: sin preguntas, sin objeciones; con la certeza de que es en las manos de Dios en las que estamos dejando nuestros proyectos, nuestra familia, todo lo que tenemos y somos. Con una fe como esta, es como nosotros podemos llegar realmente a ser testigos del amor de Dios, y a llevar una vida serena y en armonía con nosotros mismos y con los demás.

Salmo responsorial 
(Lc 1, 69-70. 71-72. 73-75)
R/  Bendito sea el Señor, Dios de Israel. 

  • El Señor ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas. R. 
  • Anunció que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza. R. 
  • El Señor juró a nuestro padre Abraham que nos libraría del poder de nuestros enemigos, para que pudiéramos servirlo sin temor, con santidad y justicia, todos los días de nuestra vida. R.

† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (12, 13-21)
¿Para quién serán todos tus bienes?

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.

Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico tuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.

Reflexión sobre el Evangelio

Ante esta propuesta del evangelio nos podríamos preguntar: ¿es malo entonces tener riquezas? Y la respuesta es no. Lo que pone o puede poner en peligro nuestra vida de gracia es acumular. Jesús nos explica hoy que tener sólo por atesorar, empobrece nuestra vida y priva a los demás de los bienes que han sido creados para todos. 

Decía un santo: "Lo que te sobra, no te pertenece". La belleza de la vida cristiana consiste en adquirir, por medio de la gracia, la capacidad de compartir. Deja que las cosas, como el agua entre nuestras manos, corran hacia los demás. Esta es la verdadera libertad que lleva al hombre a experimentar la paz y la alegría perfecta.

Oración

Señor, cuántos proyectos de vida hemos dejado inconclusos y, en ocasiones, muchos otros sin haberlo intentado, simplemente por no tener fe, por temor a perderlo todo. Que deje yo actuar al Espíritu Santo para que pueda confiar más en tu palabra, aunque no vea con claridad hacia dónde me diriges o qué es lo que me pides.

Acción

Cada mañana agradeceré al Señor todo lo que tengo, estas cosas las pondré en sus manos y le diré, como Job: "El Señor me lo dio todo, el Señor me lo quitó".

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica