Tiempo Litúrgico: Navidad
Color del día: Blanco
Primera Lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Juan (2, 29—3, 6)
El que permanece en Dios no peca.
Queridos hijos: Si ustedes saben que Dios es santo, tienen que reconocer que todo el que practica la santidad ha nacido de Dios.
Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Y todo el que tiene puesta en él esta esperanza, procura ser santo, como Jesucristo es santo. Todo el que comete pecado quebranta la ley, puesto que el pecado es quebrantamiento de la ley. Y si saben ustedes que Dios se manifestó para quitar los pecados, es porque en él no hay pecado. Todo el que permanece en Dios, no peca. Todo el que vive pecando, es como si no hubiera visto ni conocido a Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Cuando Israel miraba su ley o recordaba la alianza que había establecido con Yavéh, lo hacía tomando en consideración que Dios le exigía la santidad como muestra de su comunión con el Dios santo.
Si llamamos a Dios santo, es porque confesamos que en su esencia es él quien santifica a todos los hombres y de quien procede la consagración del mundo. El AT imponía al fiel judío acercarse a Dios con todas las disposiciones interiores y exteriores para poder participar de su santidad.
En Jesús, Dios se acerca al hombre para santificarlo, para consagrarlo, para tomarlo en posesión, sin embargo, dicha santidad supone una similitud con Él; acercarnos a Jesús, es ir a la fuente del amor y santidad y por tanto, debemos vivir del mismo modo que él vivió: en total docilidad, obediencia y amor al Padre.
Más aún, cuando nos acercamos a Dios, ya no lo hacemos como un fiel o como una persona religiosa, sino como hijos, puesto que en Jesús los seres humanos hemos sido transformados en hijos de Dios y, esto no es algo que digamos nosotros, sino que es algo que Jesús nos ha revelado: realmente somos hijos de Dios.
Y nuestro Padre espera que nosotros vivamos como hijos suyos y, para ello, nos ha puesto como modelo a su propio Hijo, quien no cometió pecado porque obedeció como Hijo y sirvió a los demás como hermanos. En eso consiste el «no pecar», vivir como hijos del Padre y hermanos de nuestro prójimo.
Salmo responsorial
(97, 1. 3cd-4. 5-6)
R/ Aclamemos con júbilo al Señor.
- Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. R.
- La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor. R.
- Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey. R.
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (1, 29-34)
Este es el Cordero de Dios.
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacía él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.
Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Reflexión sobre el Evangelio
El tiempo posterior a la Navidad es un tiempo privilegiado para testificar, para señalar al Recién Nacido; por ello, la liturgia nos presenta los textos que nos invitan a que nosotros, de la misma forma que Juan el Bautista, también lo hagamos conocer por los demás.
Es tiempo para salir de nuestras penas y vergüenzas, y manifestarnos abiertamente, como lo hizo el Bautista, como embajadores del Señor, y hacerlo conocer en todos nuestros ambientes. No tengamos temor de hablar de él en nuestras oficinas, en nuestros centros de trabajo, en el barrio y por supuesto, en nuestras propias familias. Al ir regresando a la normalidad en nuestras vidas, ante la pregunta ¿y cómo la pasaste? Es un buen momento para retomar el tema de la vida cristiana, de lo hermosas que fueron estas fiestas vividas en el amor y la alegría de Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Si nosotros no lo anunciamos, si nosotros no nos convertimos en el medio para que Jesús sea amado por los demás, entonces ¿Quién lo hará? Avísale a la gente que en medio de ellos está Jesús, al que quizás no conocen; diles que los anda buscando para darles vida y para dárselas en abundancia; diles que se dejen encontrar por su amor.
Oración
Padre misericordioso, que nos has hecho hijos tuyos por medio del acontecimiento Cristo y el sacramento del bautismo, te pedimos que nos ayudes a ser obedientes a ti y fieles a nuestra vocación de hermanos para que, viviendo una vida semejante a la de Jesús, tu Hijo amado, merezcamos gozar de la santidad de tu reino en la eternidad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Acción
Haz un proyecto por medio del cual superes alguna actitud que te haga vivir como enemigo de tus hermanos.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica