Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 25 de julio de 2018.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Rojo   

Santoral:

Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo a los corintios (4, 7-15)
Llevamos siempre la muerte
de Jesús en nuestro cuerpo.

Hermanos: Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos.

Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.

Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: Creo, por eso hablo, también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

En este texto, y a propósito de la fiesta que celebramos, el apóstol nos habla de su ministerio y dentro de éste, quizás uno de los elementos más importantes, es el darnos cuenta de que, a pesar de nuestra miseria, de nuestro pecado, de nuestra fragilidad, Dios nos ha confiado ser portadores de la vida de la gracia. 

Esta gracia la recibimos desde el bautismo y se incrementa en cada sacramento que recibimos, especialmente en cada Eucaristía. Este tesoro debe ser cuidado con afán, sobre todo, de la insidia de este mundo y de la acción del Maligno, que buscan robárnoslo y hacer infructuosa en nosotros, la gracia que CRISTO nos ha dado. 

Es por ello que, sabiendo de nuestra fragilidad, debemos cuidar con gran esmero nuestra gracia santificante, alejándonos de todo aquello que pudiera ser la ocasión de alejarnos de Dios. Las malas compañías, las lecturas indebidas, las películas indecentes son elementos que golpean el barro de nuestra carne y, poco a poco, van creando grandes rupturas internas por las cuales, se escurre la vida de la gracia hasta que se agota completamente en nosotros, introduciéndonos en oscuridades y miserias que pueden llevarnos hasta la desesperación. 

Por ello, es muy importante que estemos siempre vigilantes y no permitamos que este tesoro maravilloso, que asegura nuestra participación en la vida del Reino, nos sea arrebatado por el mundo y por todos los enemigos del alma.

Salmo responsorial:
(Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 61)
R/ Entre gritos de júbilo cosecharán
aquellos que siembran con dolor. 
  • Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R. 
  • Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!” Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R. 
  • Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. R. 
  • Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (20, 20-28)
Beberán mi cáliz.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. El le preguntó: “¿Qué deseas?” Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. 

Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?”. Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Reflexión sobre el Evangelio

Una de las imperfecciones que causan mucho retraso en la vida espiritual y que se mezclan de manera muy sutil en nuestra vida, es la envidia. 

Es increíble que, aún como cristianos, no sepamos alegrarnos de los bienes y de las bendiciones que reciben nuestros hermanos, sino que, en ocasiones, incluso sentimos hasta coraje de que Dios los haya bendecido. Y esto no sólo en el plano económico sino, como nos lo presenta hoy el Evangelio, en el ámbito social, que se extiende al religioso. Esto, como nos lo dice Jesús, es entendible que se presente entre los paganos, en los que no están llenos del amor de Dios pero, ¿en nosotros? lógicamente esto genera críticas y enemistades. 

Qué diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, diéramos gracias a Dios por ser bueno, aun con los que "según nosotros" no merecerían tal o cual favor; o si en lugar de entristecernos, nos alegráramos al compartir la felicidad de quien se ha visto favorecido con un don o con una gracia; si en lugar de desacreditar a nuestro hermano, buscando todos sus defectos, reconociéramos que nosotros no somos mejores y que Dios, como Padre bueno da a cada uno, no como merece sino sobre la base de SU infinito amor, seguramente nuestra vida estaría llena de paz y de alegría. Cambia tu actitud y "verás qué bueno es el Señor".

Oración

Señor Dios, que nos has dado la dignidad de hijos tuyos por medio del sacramento del bautismo, y nos has hecho morada de tu Espíritu Santificador, ayúdanos a ser dóciles a este mismo Espíritu y obedientes en el seguimiento de tu Hijo, para que tu gracia no sea infecunda en nosotros, sino que demos frutos abundantes, y merezcamos así, gozar de la vida que tienes preparada para nosotros desde antes de la creación del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Acción

El día de hoy dedicaré unos minutos por la mañana, a mediodía, por la tarde y antes de ir a dormir para dar gracias a Dios por tantas cosas buenas que me ha dado en la vida.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica