Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Jueves 23 de agosto de 2018.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Blanco   

Santoral:

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (36, 23-28)
Reconocerán que yo soy el Señor.

Esto dice el Señor: “Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, profanado entre las naciones, profanado por ustedes en medio de ellas, y reconocerán que yo soy el Señor, cuando por medio de ustedes les haga ver mi santidad.

Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. 

Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos, y guardar y cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

En este pasaje del profeta Ezequiel encontramos una de las promesas más hermosas y profundas del Antiguo Testamento hecha a su Pueblo: Yo les daré un corazón nuevo y les infundiré mi Espíritu". Hermanos, esta promesa es ya una realidad en todos nosotros que por la gracia del Bautismo hemos recibido el don del Espíritu Santo, que hace que nuestro corazón sea de carne y no de piedra. 

Es a través del Espíritu divino que el hombre puede tener verdadera vida y amar. El Espíritu Santo es el impulsor de toda nuestra vida en el amor, en la esperanza, en la fe. Sin embargo, algo que no está dicho directamente por el profeta es que este Espíritu, debe ser cultivado y cuidado, ya que como ser vivo, necesita de alimento para poder estar sano y crecer. Si hoy vivimos en una sociedad en donde hay poco amor, en donde la fe no da para más que creer" en un Dios lejano y vivir sin esperanza, es porque no hemos sabido cultivar este don. 

Hoy son pocas las personas que rezan, que comulgan con frecuencia, que se dejan guiar en la vida a través de la Palabra de Dios; en fin, son pocas las personas que realmente dejan que este Espíritu crezca y se desarrolle en ellos. Sin la oración, sin la vida de la gracia el corazón se endurece. Somos el pueblo de Dios y El tiene preparado, como dice san Pablo, cosas maravillosas que ni siquiera podemos imaginar. No desaprovechemos el haber nacido en este tiempo en que las promesas se han cumplido. Disfrutemos de todas y cada una de ellas viviendo en verdad como Pueblo de Dios.

Salmo responsorial:
(Sal 51:12-15, 18-19)
R/ Crea en mí, Señor, un corazón puro. 
  • Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu. R. 
  • Devuélveme tu salvación, que regocija, mantén en mí un alma generosa. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores. R. 
  • Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (22, 1-14)
Muchos son los llamados y pocos los escogidos.

En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir. Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.

Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’.

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados. Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.

Reflexión sobre el Evangelio

Dios nos ha invitado de muchas maneras a participar del Reino, de la vida en abundancia pensada para el hombre desde toda la eternidad, la cual habíamos perdido por el pecado. 

Sin embargo, aceptar o no, depende de cada uno de nosotros. ¿Excusas? ¡Muchas! Pero, como vemos en este pasaje, ninguna cuenta, ni para no asistir ni para presentarnos indignamente a la mesa del Señor. Y digo para presentarnos dignamente a la fiesta, pues un detalle que no se conoce y que, a veces hace que se juzgue duramente al rey, que exige a un pobre el llevar vestido de fiesta, es que el traje de fiesta, en este tipo de eventos, era proporcionado por el mismo que hacía la invitación, por lo que no había excusa para no tenerlo. Lo mismo pasa con nosotros. 

Dios nos ha hecho la invitación sin pensar si somos buenos o malos, pobres o ricos; nos ama y nos ha invitado así como somos. Además nos ha llenado de dones, sobre todo, de la gracia santificante, que es el vestido para la fiesta del Reino. 

Por ello, no hay excusa para no asistir, para no vivir en el reino del amor, la justicia y la paz en el Espíritu Santo, en una palabra, no hay excusa para no ser santo.

Oración

Señor Dios, tú que nos has dado el Espíritu Santo, agua viva que nos sacia la sed de Ti y de tu Palabra, ayúdanos a ser dóciles a sus inspiraciones y a escucharlo en todo momento, para que nuestra fidelidad a Ti nos consiga la vida eterna que nos has dado con la muerte y resurrección de tu Hijo amado Jesucristo. Amén

Acción

El día de hoy escucharé al Espíritu Santo que me pide ser dócil a Dios en todo momento al relacionarme con mis hermanos.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, Catholic.net, ACI Prensa