Tiempo Litúrgico: Cuaresma
Color del día: Morado
Santoral:
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (55, 10-11)
Mi palabra hará mi voluntad.
Esto dice el Señor: “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”.
Reflexión sobre la Primera Lectura
La liturgia de la palabra nos urge a valorar el poder salvífico y reconciliador de la Palabra de Dios. Es triste constatar el poco valor que muchos de nuestros hermanos dan a la Sagrada Escritura; es raro ver Biblias en nuestras reuniones, incluso de evangelización.
A pesar de que la Sagrada Escritura es, como dice el salmista: "luz para nuestros pasos", muchos, jamás la han leído. Es común encontrar Biblias de "Primera Comunión" y de "Matrimonio" en perfecto estado, intactas; Biblias que fueron recibidas sólo como un formalismo pero que no han sido abiertas jamás. Hoy, el profeta Isaías nos dice cómo la palabra de Dios fecundará nuestra vida. Para ello es necesario que empape nuestro corazón.
La Cuaresma es un tiempo ideal para iniciar nuestro trato con la Sagrada Escritura, para iniciar la lectura de nuestra Biblia. Te sugiero iniciar con el evangelio de san Lucas y al terminar, leer el libro de los Hechos de los Apóstoles. Recuerda que decía san Jerónimo: "Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo".
Salmo responsorial:
(Sal 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19)
R/ El Señor libra al justo
de todas sus angustias.
- Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R.
- Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R.
- Los ojos del Señor cuidan al justo y a su clamor están atentos sus oídos. Contra el malvado, en cambio, está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. R.
- Escucha el Señor al hombre justo y lo libra de todas sus congojas. El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (6, 7-15)
Ustedes oren así.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas”.
Reflexión sobre el Evangelio
Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un "sentimiento" (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde a una acción que toca un área "espiritual" (lo mismo podemos decir del amor, la envidia y otros).
Este sentimiento se incrementará con la repetición de acciones semejantes a las que lo crearon y/o reaccionando de acuerdo con el "impulso" natural de este sentimiento (en este caso, sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera. Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda ayudar a que éste desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía.
Por ello, el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de Dios.
Oración
Señor, gracias por manifestarte a través de tu palabra, me comprometo contigo a escucharte todos los días en ella y sólo te pido que me llenes de tu Espíritu que la inspiró y que sé muy bien que es quien puede grabarla en mi interior y apasionarme por su cumplimiento.
Acción
Hoy leeré el salmo 119 y meditaré en la importancia de la palabra de Dios en mi vida.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica