Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color del día: Verde
Santoral:
Primera Lectura
Lectura del libro del
Eclesiástico (Sirácide) (17, 20-28)
Vuélvete al Señor y deja ya de pecar.
A los que se arrepienten, el Señor los ayuda a volver, y él reanima a los que pierden la esperanza. Vuélvete al Señor y deja ya de pecar, póstrate en su presencia y quita los obstáculos. Aléjate de la injusticia y vuélvete al Altísimo, aborrece con toda el alma lo que él aborrece.
¿Quién alabará al Altísimo en el sepulcro, como aquellos que le dan gloria mientras viven? El muerto ya no alaba al Señor, pues ya no existe; es el bueno y sano quien le da gloria. Cuán grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que se vuelven a él.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Uno de los libros llenos de consejos acerca de cómo vivir la vida de fidelidad a Dios, es el libro del Eclesiástico, también conocido como libro del Sirácide. El pasaje que nos propone hoy la liturgia, centra su atención en la conversión, la cual no es algo que sucede en un momento, sino más bien un proceso que se inicia en un momento y se prolonga durante toda la vida.
Este proceso se le llama en griego: METANOIA, que significa: CAMBIAR DE RUMBO. Al finalizar los tiempos fuertes de la Pascua y de la Cuaresma, la iglesia nos invita a retomar nuestro camino de conversión, el cual busca, ante todo, quitar los obstáculos que nos impiden vivir en la gracia y en el amor de Dios.
Dios nos ha regalado su Espíritu para que en nuestra vida brille su luz y su amor se haga manifiesto a los demás. Nos ha dado, junto con esto, la fuerza para que evitemos todo lo que nos aparta de Jesús. Retoma con ánimos renovados tu camino de perfección en el Señor.
Salmo responsorial:
(Sal 31, 1-2. 5. 6)
R/ Perdona, Señor, nuestros pecados.
- Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño. R.
- Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado. R.
- Por eso, en el momento de la angustia, que todo fiel te invoque, y no lo alcanzarán las grandes aguas, aunque éstas se desborden. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (10, 17-27)
Ve y vende lo que tienes y sígueme.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.
Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.
Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.
Reflexión sobre el Evangelio
En este pasaje Jesús nos hace ver lo importante que es ser libre, ya que ésta es una condición para poder entrar en el Reino de los cielos. Si bien es cierto que las riquezas son o pueden ser un fuerte lastre para entrar en el Reino, no podemos limitar nuestra participación en el Reino únicamente por este elemento.
Hoy el mundo nos propone nuevas y diferentes cargas que hacen difícil entrar a la vida en plenitud. Ejemplo de estas nuevas esclavitudes pueden ser nuestros trabajos, en donde se nos pide o nosotros mismos vamos decidiendo permanecer en ellos tanto tiempo que privamos de nuestra presencia a la familia; la televisión, que va minando la armonía familiar convirtiéndonos en verdaderas islas dentro de nuestras casas.
El Señor nos advierte que para los que están atados, para aquellos que no tienen al centro de su vida a Dios y los valores del Evangelio, les será sumamente difícil entrar en el Reino. No dejes que ninguna de estas cosas te esclavice y te prive de la paz y la alegría que el Reino de los cielos ofrece para todos sus moradores.
Oración
Señor Dios todopoderoso, que muestras tu amor y misericordia a quienes vuelven arrepentidos a ti de todo corazón, perdónanos a nosotros, pecadores siervos tuyos y concédenos volver a ti con un corazón contrito y humillado. Amén.
Acción
El día de hoy viviré en un constante regresar a Dios y mereceré su perdón, perdonando a quienes me hayan ofendido.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica