Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Jueves 29 de agosto de 2019.


Tiempo Litúrgico: Ordinario
   Color del día: Rojo   

Memoria obligatoria:

Primera Lectura 
Lectura de la 1 carta del apóstol San
Pablo a los Tesalonicenses (3, 7-13)
Que el Señor los llene y los haga rebosar
de amor mutuo y hacia los demás.

Hermanos: En medio de todas nuestras dificultades y tribulaciones, la fe de ustedes nos ha dado un gran consuelo. El saber que permanecen fieles al Señor, nos llena ahora de vida.

¿Cómo podremos agradecerle debidamente a Dios el gozo tan grande con que, a causa de ustedes, nos alegramos en el Señor, a quien noche y día le rogamos con toda el alma que nos conceda verlos personalmente para completar lo que todavía falta a su fe?


Que el mismo Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, nuestro Señor, nos conduzcan hacia ustedes. Que el Señor los llene y los haga rebosar de un amor mutuo y hacia todos los demás, como el que yo les tengo a ustedes, para que él conserve sus corazones irreprochables en la santidad ante Dios, nuestro Padre, hasta el día en que venga nuestro Señor Jesús, en compañía de todos sus santos.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Es tanta la alegría del apóstol al saber que a pesar del poco tiempo que estuvo entre ellos, la fe en la comunidad no solo se ha mantenido sino que ha crecido, que inspira al apóstol a hacer una pequeña, pero bellísima oración. Y es que no hay premio y satisfacción más grande para quien anuncia la Buena Noticia de Cristo que el ver que ésta da fruto. 

Es como el sembrador, que al ver que todo su esfuerzo rinde fruto, ya ni se acuerda de las largas horas que tuvo que pasar bajo el sol para sembrar y cultivar. Así también cuando un padre de familia ve que todo su esfuerzo, sus desvelos y problemas por educar al hijo, maduran en una vida honrada y productiva (y ni qué decir cuando además es una vida santa), con cuánta alegría no se elevará una oración para agradecer al buen Dios que ha hecho, con nuestras humildes fuerzas, florecer el campo. 

Todos, de una manera o de otra, disfrutamos de esta cosecha, por ello te invito hoy a elevar una oración de agradecimiento por todos aquellos a los que les has compartido el Evangelio y, sobre todo, por aquellos a quienes el Señor te dio el gran compromiso de educarlos y de formarlos como hijos de Dios para que, como dice el apóstol: "Dios conserve sus corazones irreprochables en la santidad".

Salmo responsorial:
(Sal 89, 3-4. 12-13. 14 y 17)
R/ Señor, llénanos de tu amor. 
  • Tú, Señor haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para tí como un día, que ya pasó; como una breve noche. R. 
  • Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Gasta cuándo? R. 
  • Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Que el Señor bondadoso nos ayude y de prosperidad a nuestras obras. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (6, 17-29)
Quiero que me des ahora mismo, en una
charola, la cabeza de Juan el Bautista.

En aquel tiempo, Herodes había mandado apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.

Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.

La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.

Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?” Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.

Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Reflexión sobre el Evangelio

Este pasaje que hemos leído, nos pone de frente a uno de los grandes problemas que tiene que afrontar el hombre: la fidelidad. 

Por un lado, tenemos a Juan el Bautista que, sin temor, se declara abiertamente en pro de la ley de Dios y denuncia con valentía el mal proceder del rey. Por otro lado, tenemos al rey, que prefiere matar a un inocente que retractarse, simplemente por el "qué dirán". Uno ofrece su vida abiertamente sin importarle la misma muerte, el otro se acobarda por una posición delante de una sociedad corrompida. 

Este caso nos invita a reflexionar y a tomar partido. Ya Jesús lo había dicho: "O estás conmigo o estás contra mi". Es decir, no podemos estar en zona neutral, pues "el que no recoge, desparrama". Es, pues, necesario hacer una opción que nos va a conducir en nuestra vida a reaccionar como Herodes o como Juan el Bautista. 

O somos cristianos de tiempo completo y tomamos partido por la justicia, la paz y el amor; o seremos cobardes que nos escondemos detrás de la ley, de las políticas de nuestra oficina, gobierno o institución, para que no se vean afectados nuestros intereses. 

Juan dio su vida por amor a la verdad que Dios reveló, ¿estarías tú dispuesto a hacer lo mismo?

Oración

Señor, te pido que me sigas formando como un instrumento para llevarte a más personas, enséñame a tener un amor tan profundo por los demás como el que tú nos tienes; sobre todo, un amor especial por aquellos que no te conocen. Te pido, Señor, por esa persona que me habló de ti por primera vez y que, gracias a ella pude conocerte, para que le des siempre tu bendición.

Acción

Hoy buscaré a la persona que me habló de Dios por primera vez y después de agradecerle, le diré lo importante que ha sido su trabajo evangelizador en mi vida.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica