Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 2 de octubre de 2019.


Tiempo Litúrgico: Ordinario, Semana XXVI 
   Color del día: Blanco   

Memoria obligatoria:

Primera Lectura
Lectura del libro de Nehemías (2, 1-8)
Si le parece bien a mi señor, el rey, déjeme
ir para reconstruir la ciudad de mis padres

En el primer mes del año veinte del reinado de Artajerjes, siendo yo, Nehemías, el copero mayor, serví una copa de vino y se la ofrecí al rey. Nunca me había presentado ante él con cara triste. Entonces el rey me preguntó: “¿Por qué estás tan triste, si no estás enfermo? ¿Qué es lo que te preocupa?”

Sentí entonces un gran temor y le respondí: “Que viva el rey para siempre. ¿Cómo no he de estar triste, cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?” El rey me dijo: “¿Qué es, pues, lo que quieres?”

Me encomendé al Dios del cielo y le contesté al rey: “Si le parece bien a mi señor, el rey, y si está satisfecho de mí, déjeme ir a Judá para reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres”. El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron: “¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?” Al rey le pareció bien el plazo que le indiqué y me permitió ir. 

Entonces yo añadí: “Ruego a mi señor, el rey, que me dé cartas para los gobernadores de la región del otro lado del río, para que me faciliten el viaje hasta Judá; y una carta dirigida a Asaf, encargado de los bosques reales, para que me suministren madera para las puertas de la ciudadela del templo, para el muro de la ciudad y para la casa donde me voy a instalar”.

Gracias a Dios, el rey me concedió todo lo que le pedí.

Reflexión sobre la Primera Lectura

La palabra de Dios dice: “encomienda tu camino al Señor y él actuará”, y en otra parte dice: “Nadie que haya confiado en el Señor se ha visto defraudado”. El pasaje de hoy en el libro de Nehemías, nos deja ver con claridad que la palabra de Dios siempre es digna de confianza y que lo que él nos dice siempre será verdad.

Basta con que confiemos y venzamos nuestros miedos. Muchas veces no obtenemos lo que queremos, incluso lo que necesitamos porque nuestros miedos nos paralizan y no nos dejan actuar, y si a esto le agregamos que nuestra fe en el Señor no es completa, las cosas se dificultan y no caminan.

Nehemías venció sus miedos y, confiando en el Señor, externó sus deseos al rey y éste, guiado por Dios, accedió y le dio todo y más de cuanto pidió. Debemos nosotros imitarlo y obrar siempre guiados por el Espíritu. Sin embargo, debemos tener también presentes las palabras del apóstol Pablo, que nos dice que "no siempre pedimos lo que conviene", sino que lo hacemos egoístamente, pensando sólo en nuestro bienestar sin tomar en cuenta a Dios, ni a alguien más.

Por ello es que muchas veces no recibimos lo que pedimos. En resumen, podemos decir que debemos dejarnos guiar por el Espíritu, buscando el bien de los demás y seguir el plan del Señor, y con esta convicción, desterrar nuestros miedos y confiar plenamente en que Dios dará buen curso a nuestra petición.

Salmo responsorial
(Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6)
R/ Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.  
  • Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar de nostalgia; de los sauces que estaban en la orilla colgamos nuestras arpas. R. 
  • Aquellos que cautivos nos tenían pidieron que cantáramos. Decían los opresores: “Algún cantar de Sión, alegres, cántennos”. R. 
  • Pero, ¿cómo podríamos cantar un himno al Señor en tierra extraña? ¡Que la mano derecha se me seque si de ti, Jerusalén, yo me olvidara! R. 
  • ¡Que se me pegue al paladar la lengua, Jerusalén, si no te recordara, o si, fuera de ti, alguna otra alegría yo buscara! R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (18, 1-5. 10)
Sus ángeles en el cielo ven continuamente
el rostro de mi Padre, que está en el cielo.

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?”

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”.

Reflexión sobre el Evangelio

En nuestro mundo tecnificado, es difícil aceptar la existencia de un mundo espiritual, de un mundo que no es tangible ni medible. Este campo pertenece sólo a la fe y a la fe de los "pequeños", de los que son como niños.

Y es que los pequeños ven las cosas, más que con los ojos del cuerpo, con los ojos del corazón. Esta es la razón por la cual Jesús nos invita a ser como niños, a que nuestros criterios de tiempo y espacio sean informados por las categorías de lo infinito, de lo trascendente; que abramos nuestra mente y nuestro corazón al auxilio divino que Dios nos ha dado por medio de nuestros ángeles custodios.

Trata hoy de hacerte consciente de la presencia espiritual en la que Dios ha querido que vivamos.

Oración

Señor, te pido perdón porque siempre quiero solucionar todo con mis propias fuerzas, y sólo hasta que siento que me hundo es cuando acudo a ti. Enséñame, Señor, a confiarte todos mis problemas y también a interceder por los de las personas con quienes me relaciono.

Acción

Repetiré durante todo el día: "El Señor cuida el camino de los justos".

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro 

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica