Tiempo Litúrgico: Cuaresma - Semana IV.
Color del día: Blanco.
Memoria libre: San Dimas el Buen Ladrón.
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías (7, 10-14)
He aquí que la virgen concebirá.
En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.
Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.
Salmo responsorial
(Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11)
R/ Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
- Sacrificios, Señor, tú no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: “Aquí estoy”. R.
- En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. R.
- He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. R.
- No callé tu justicia, antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio. Tu amor y tu lealtad no los he ocultado a la gran asamblea. R.
Segunda Lectura
De la carta a los hebreos (10, 4-10)
En tu libro se me ordena hacer tu voluntad.
Hermanos: Es imposible que la sangre de toros y machos cabríos pueda borrar los pecados. Por eso, al entrar al mundo, Cristo dijo conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije –porque a mí se refiere la Escritura–: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.
Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado –siendo así que es lo que pedía la ley–; y luego añade: Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad.
Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez por todas.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Lucas (1, 26-38)
Concebirás y darás a luz un hijo.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Reflexión sobre el Evangelio
Por Comentarista 6 | sábado, 25 marzo 2023 | Comentario a las Lecturas | Archidiócesis de Madrid.
El pasado mes de septiembre peregrinamos a Tierra Santa y pudimos celebrar la Eucaristía en la basílica de la Anunciación, el templo más grande propiedad de la Custodia Franciscana de Tierra Santa.
Allí comenzó la vida humana del Unigénito de Dios. La fiesta que hoy celebramos conlleva un doble ocultamiento. El primero y más impresionante consiste en que el sol se convierte en una pequeña bombilla; Aquél que es eterno e inmenso asume una diminuta naturaleza creada. El salto del infinito más absoluto al finito más pequeño e indefenso en el seno de María.
La experiencia de infinito más accesible a todos es contemplar las estrellas en una noche despejada y lejos de la civilización; y tumbado en el suelo te dejas abrazar por el universo que contemplas, los millones y millones de estrellas, su frío aspecto, su imponente lejanía. Ese abismo te hace consciente al mismo tiempo de tu propia pequeñez, de vivir en algo mucho menor que un grano de arena flotando en el aire. Y experimentas el abismo de finitud de tu propia vida: eres una criatura realmente pequeña y breve, un instante imperceptible al lado de aquellos gigantes luminosos infinitamente lejanos que llevan millones y millones de años allí.
Hablemos del segundo ocultamiento, que nos es mucho más accesible, aunque no menos impresionante. Me refiero al momento mismo de la concepción. La Virgen María dijo que sí al anuncio del ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Entonces, por obra y gracia del Espíritu Santo, el Verbo de Dios se hizo carne en las entrañas de la humilde nazarena. Así estableció su morada en la tierra: en un óvulo fecundado en el seno de María.
Es un momento invisible al ojo humano, muy oculto. Incluso para la mujer que concibe, ese momento exacto en que aparece una nueva persona en su seno resulta desconocido. En María se produjo en el instante mismo de su «sí». Pero el resto de las mujeres no conocen el instante exacto de la concepción, aunque en realidad sí lo haya. Se manejan fechas aproximadas, pero en los días posteriores a la relación conyugal sólo a través de la tecnología actual se podría detectar el momento exacto de la fecundación.
Todos los seres humanos hemos tenido un comienzo así: venimos a la existencia en el momento de la concepción. El instante antes de esa concepción no somos nada; pero tras la concepción, ya lo somos todo. En Jesús el proceso tiene un movimiento inverso: el instante antes lo es Todo infinito; el instante después, disminuye infinitamente hasta el tamaño de un óvulo fecundado.
La tecnología actual nos permite asomarnos cada vez con mayor precisión al misterioso don de la vida, de su comunicación y de su origen. Es maravilloso saber que el ADN, nuestro DNI biológico, lo más genuino que tiene cada una de las personas que habitamos este mundo, se da en ese momento oculto a nuestros ojos. ¡En la concepción ya lo somos todo! Tan sólo necesitamos tiempo para desarrollarlo. ¡Viva la vida! ¡Y viva la Vida, que se ha encarnado en María!
¡Defendamos hoy esta verdad de lo que somos!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Archidiócesis de Madrid.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo A, 2022-2023, Conferencia Episcopal de Costa Rica.