Hermosa oración de San Juan Pablo II a la Virgen María por el aumento de las vocaciones

La Virgen de las uvas. Crédito: Dominio Público - Wikimedia Commons / Juan Pablo II. Crédito: Dominio Público - Wikimedia Commons

18 de mayo de 2023 
Por Abel Camasca

En el marco del aniversario del nacimiento de San Juan Pablo II este 18 de mayo, compartimos una oración del “Papa peregrino” dedicada a la Virgen María, para pedir por el aumento y la santidad de las vocaciones en la Iglesia.

De acuerdo al sitio web del Vaticano, la oración fue compuesta con ocasión de la visita pastoral del recordado Pontífice a Bolonia, al norte de Italia, el 18 de abril de 1982. Aquel día dirigió unas palabras a los seminaristas en el Santuario de San Lucas, donde se dice que hay una imagen de la Virgen que fue pintada por el Evangelista.

Juan Pablo II les indicó que “toda vocación sacerdotal o religiosa es un gran don de Dios, un privilegio, que honra a los ‘vocacionados’ y a sus padres y manifiesta la especial predilección de Dios”.

“Recen para que el Señor se digne concederles la gracia de hacer florecer en su hogar, en su ‘Iglesia doméstica’, una vocación sacerdotal o religiosa”, enfatizó.

Más adelante pronunció una bella oración mariana, en la que resaltaba la escasez de vocaciones en el pueblo de Dios, pero con la confianza siempre puesta en aquella que es Madre y auxilio de la Iglesia.

Oh Madre, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, en esta hora tan significativa para nosotros somos un solo corazón y una sola alma: como Pedro, los Apóstoles, los hermanos unidos en oración, contigo, en el Cenáculo (cf. Hch 1,14).

Te confiamos nuestra vida, a ti, que has acogido con absoluta fidelidad la Palabra de Dios y te has consagrado a su plan de salvación y de gracia, adhiriéndote con total docilidad a la acción del Espíritu Santo; a ti, que recibiste de tu Hijo la misión de acoger y custodiar al discípulo a quien amaba (cf. Jn 20,26); a ti te repetimos, todos y cada uno, "totus tuus ego sum", para que asumas nuestra consagración y la unas a la de Jesús y a la tuya como ofrenda a Dios Padre, por la vida del mundo.

En esta tu morada, que custodia de nuestra Ciudad y de la Región de la que eres desde hace siglos guarnición y decoro, te suplicamos que mires la indigencia de tus hijos como hiciste en Caná, cuando te tomaste de corazón la situación de aquella familia.

Hoy, la mayor indigencia de esta familia tuya es la de las vocaciones sacerdotales, diaconales, religiosas y misioneras.

Alcanza, pues, con tu “omnipotencia suplicante” el corazón de muchos hermanos nuestros para que escuchen, comprendan, respondan a la voz del Señor.

Repíteles, en el fondo de su conciencia, la invitación hecha a los siervos en Caná: Hagan todo aquello que Jesús les dirá (cf. Jn 2,5).

Seremos Ministros de Dios y de la Iglesia, dedicados a evangelizar, santificar, pastorear a nuestros hermanos: enséñanos y danos las actitudes del buen pastor; alimenta y acrecienta nuestra entrega apostólica; fortalece y regenera siempre nuestro amor por quienes sufren; ilumina y aviva nuestro propósito de virginidad por el Reino de los Cielos; infunde y conserva en nosotros el sentido de la fraternidad y de la comunión.

Con nuestras vidas te encomendamos, oh Madre nuestra, las de nuestros padres y familiares las de los hermanos a los que llegaremos con nuestro ministerio, para que tus cuidados maternales precedan siempre cada uno de nuestros pasos hacia ellos y orientando constantemente el camino hacia la Patria que nos ha preparado con su Redención, Cristo, tu Hijo y Señor nuestro. Amén.

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