Tiempo Litúrgico: Adviento - Semana I.
Color del día: Morado.
Memoria libre: San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia.
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías (2, 1-5)
El Señor reúne a todos los pueblos
en la paz eterna de su reino.
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén: En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas, y hacia él confluirán todas las naciones.
Acudirán pueblos numerosos, que dirán: “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor”.
El será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra. ¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor.
Reflexión sobre la Primera Lectura
El profeta utiliza las imágenes de la vida agrícola para expresar que la esperanza aún vive.
Una vez que Judá salió al exilio para Babilonia, algunos judíos, los más pobres, se quedaron en tierra santa, llorando su desgracia, temiendo por sus vidas, espantados del mañana. Sin embargo, Dios, el que siempre está ahí cuando se le busca, cuando se le llama, advierte que la tierra desolada dará su fruto, un fruto que será obra portentosa de Dios, pero también fruto del trabajo del pueblo y ellos gozarán las delicias de dicho fruto.
Para alentar dicha esperanza, el autor vuelve su mirada a la época de la marcha por el desierto: así como Dios guiaba y protegía a Israel del sol abrasador con una nube durante el día y con una columna de fuego durante la noche cuando salió de Egipto, así será la época en que la gloria de Dios habite entre los hombres.
El verdadero fruto que perdura, que da vida y que rinde frutos, es Jesús, en quien los hombres hemos puesto nuestra confianza y de quien sabemos jamás defrauda. A él nos unimos en este adviento para que, junto a él, demos fruto y nuestro fruto permanezca.
Salmo responsorial
(Sal 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9)
R/ Vayamos con alegría
al encuentro del Señor.
- ¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”! Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. R.
- A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. En ella están los tribunales de justicia, en el Palacio de David. R.
- Digan de todo corazón: “Jerusalén, que haya paz entre aquellos que te aman, que haya paz dentro de tus murallas y que reine la paz en cada casa”. R.
- Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: “La paz esté contigo”. Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes. R.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Mateo (8, 5-11)
Muchos vendrán de oriente y
occidente al reino de los cielos.
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico y sufre mucho”. El le contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”.
Reflexión sobre el Evangelio
Jesús pondera hoy la fe de este hombre que no pertenece al pueblo de Israel, un hombre que cree sin ver, un hombre que está seguro que el "rabbí" tiene poder para hacer lo que le está pidiendo.
Este es el tipo de fe que es capaz de mover montañas. Sería bueno que al iniciar este tiempo de Adviento nosotros nos preguntemos si verdaderamente creemos en la palabra de Jesús. Muchos cristianos dicen creer pero, esperan constantemente signos, señales, manifestaciones sensibles de lo que dicen creer. Creer, es la seguridad de lo que no se ve.
¿Podríamos decir que nuestra fe es como la de este centurión?, ¿Cuál es tu actitud para lo que lees en la Biblia?
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración
Señor Dios misericordioso, que alientas nuestra esperanza mediante el amor de tu Hijo y que nos das constancia de que nunca nos abandonas y estás siempre ahí como Dios con nosotros, haz que nos preparemos con docilidad a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue nos encuentre en vela y oración y merezcamos así, el premio a los criados buenos y fieles.
Acción
El día de hoy mostraré estar atento a la voz de Jesús y seré solidario con los hermanos que me soliciten alguna atención de parte mía.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.