Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana VII.
Color del día: Blanco. Memoria obligatoria: Santa María Virgen, Madre de la Iglesia.
Memoria libre: San Bernardino de Siena, fraile.
Oración Colecta
Dios, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a su propia Madre, María santísima, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, siendo cada día más fecunda, se alegre por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Primera Lectura
Del libro del Génesis (3, 9-15. 20)
Madre de todos lo vivientes.
El Señor Dios llamó a Adán y le dijo: «¿Dónde estás?». Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?». Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza, cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Parece ser que en concilio Vaticano II los padres conciliares no tuvieron a bien, aunque fue solicitada, proclamar a María Madre de la Iglesia. Pero una vez finalizado concilio, Pablo VI instituyó esta celebración.
La lectura que se propone para el comentario, nos envía al primer libro de la Sagrada Escritura, y al inicio de ese libro. Es un intento de establecer la relación entre la madre de la humanidad y la madre de la Iglesia.
A la madre de la humanidad se la presenta en el momento que atrae la calamidad para todo el género humano. Aunque dando un salto de varios versículos, la lectura termina con la proclamación de Eva, como la madre de todos los vivientes.
La liturgia al presentar este texto quiere ver en “la nueva Eva”, a María la nueva madre de todos los vivientes. No solo de la Iglesia
Salmo responsorial
(Sal 86, 1-2. 3 y 5. 6-7)
R/ ¡Qué pregón tan glorioso
para ti, ciudad de Dios!
- Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! R.
- Se dirá de Sión: «Uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado». R.
- El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Éste ha nacido allí». Y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti». R.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Juan 19, 25-34
Ahí está tu hijo. - Ahí está tu madre.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Reflexión sobre el Evangelio
La liturgia señala para esta celebración ese texto evangélico. Entiende que cuando en la cruz Jesús encomienda al discípulo amado, Juan, a su madre, encomienda a toda la Iglesia, entonces en plena infancia. Así se ha considerado a lo largo de la historia. Más aún, es la nueva Eva, la nueva madre de la humanidad.
Esa visión del texto implica dar sentido pleno y más amplio a lo que podría ser una preocupación de Jesús por el joven Juan, tan unido a é: le encomienda a María. A su vez, ve la soledad de su madre y quiere que la supere conviviendo con Juan en la misma casa. Se ayudarán mutuamente a superar la ausencia del hijo y el amigo entrañable.
La figura maternal de María ha sido reconocida por el pueblo de Dios a lo largo de los tiempos. Madre de cada uno, así la consideramos los cristianos. Pero la proclamación de Madre de la Iglesia, da un sentido más amplio, más institucional a esa maternidad. Sin que lo institucional, limite el afecto propio de la maternidad, sino más bien lo consolide.
Sabemos que somos Iglesia de Cristo, no de María. Pero María ocupa en la Iglesia el lugar de la hermana mayor que hace de madre, porque lo fue de quien es el fundador, su centro y razón de ser.
Sí es necesario, y ahí hemos de centrar nuestra reflexión, que nos preguntemos si esa maternidad institucional, la vivimos cada uno. Si sentimos a María como la madre que nos conduce a Jesús. Si cada uno la hemos recibido en nuestra casa, como Juan. Esa casa que, ante todo, es nuestro mundo interior, o sea: nuestros afectos, nuestros propósitos, nuestros compromisos más esenciales.
Hemos de llegar a que la maternidad de María sobre la Iglesia, genere en cada cristiano la conciencia de que vivimos entre hermanos, hijos de la misma madre, y a relacionarnos como tales. ¿Sabemos convivir así en nuestra Iglesia?
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración
Señor, guíame para permanecer en obediencia a tu palabra, en convivencia fraternal con aquellos que me rodean y en constante oración. Que tu rostro se refleje en cada una de mis decisiones y que a través de ellas me pueda acercar cada día más a ti.
Acción
Hoy, sé consciente de cada decisión que tengas que tomar, desde elegir tu ruta al trabajo hasta elegir cómo compartir tu tiempo, conocimientos y amor con los demás. Ofrécelo al Señor y pídele que te permita descubrir qué es lo que quiere de ti hoy.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Frailes Dominicos de Oviedo.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.