Concilio de Nicea (imagen referencial) | Crédito: Dominio Público - Wikimedia Commons
20 de mayo de 2024
Por Redacción Central | ACI Prensa
El 20 de mayo del año 325, un día como hoy hace casi 1.700 años, se inició el Concilio de Nicea en el que nació el Credo Niceno-Constantinopolitano, una declaración de fe que también respondió a la herejía del arrianismo, que planteaba que Jesucristo era un Dios inferior.
El Credo o Símbolo Niceno-constantinopolitano es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana, promulgada en el Concilio de Nicea y ampliado en el Concilio de Constantinopla del año 381.
En el libro 50 preguntas sobre Jesucristo y la Iglesia, elaborado por un grupo de profesores de la Universidad de Navarra (España), se explica que el Concilio de Nicea es el primer concilio ecuménico, "es decir, universal, en cuanto participaron obispos de todas las regiones donde había cristianos. Tuvo lugar cuando la Iglesia pudo disfrutar de una paz estable y disponía de libertad para reunirse abiertamente".
Se desarrolló del 20 de mayo al 25 de julio del año 325 y contó con la colaboración del emperador Constantino. El emperador, "tras haber logrado con su victoria contra Licinio en el año 324 la reunificación del Imperio, también deseaba ver unida a la Iglesia, que en esos momentos estaba sacudida por la predicación de Arrio, un sacerdote que negaba la verdadera divinidad de Jesucristo", según describe el Opus Dei.
De acuerdo a la Enciclopedia Católica el arrianismo (doctrina de Arrio) “describía al Hijo como segundo, o Dios inferior… Sólo Dios era sin principio, no creado; el Hijo era creado, y alguna vez no había existido”.
Entre los padres conciliares estaba Alejandro de Alejandría, ayudado por el entonces diácono Atanasio, quien llegaría a ser obispo, y declarado santo después de su muerte. Este último sería esencial en la lucha contra la herejía de Arrio.
En el Concilio, cuando Eusebio de Nicomedia, partidario de Arrio, tomó la palabra para decir que Jesucristo no era de naturaleza divina, la mayoría de los asistentes notaron que esa doctrina traicionaba la fe recibida de los apóstoles.
Para evitar la confusión, los padres conciliares decidieron redactar, sobre la base del credo bautismal de la iglesia de Cesarea, un símbolo de fe (credo) que reflejara la confesión genuina de la fe recibida y admitida por los cristianos desde los orígenes.
Todos los padres conciliares, excepto dos obispos, lo ratificaron el 19 de junio del año 325.
Si bien Constantino apoyó la realización del Concilio, no influyó en la formulación de la fe que se hizo en el credo, porque no tenía el conocimiento teológico para eso.
Otros problemas teológicos, en especial trinitarios, no se resolverían sino hasta el primer Concilio de Constantinopla, cuando el carácter divino del Espíritu Santo se afirmó definitivamente.
En el Concilio de Constantinopla se amplió el Credo Niceno y se pasó así el Credo Niceno-Constantinopolitano.
Credo de Nicea - Constantinopla (Credo Largo)
"Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
Credo de Nicea - Constantinopla. Crédito: ACI Prensa
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