Tiempo Litúrgico: Adviento. Semana I.
Color del día: Blanco.
Memoria obligatoria: San Francisco Javier, presbítero.
Antífona de entrada
Sal 17, 50; 21, 23
Te alabaré entre las naciones, Señor, y anunciaré tu nombre a mis hermanos.
Oración colecta
Dios nuestro, que por la predicación de san Francisco Javier adquiriste para ti muchos pueblos, concede que el corazón de tus fieles arda con ese mismo celo por la fe, para que así tu Iglesia santa se alegre al ver crecer, en todas partes, el número de tus hijos. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
El Señor invita a su festín y enjuga
las lágrimas de todos los rostros
Lectura del libro de Isaías 25, 6-10a
En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo – lo ha dicho el Señor -.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor».
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
El tiempo mesiánico es una tiempo de salvación. Es la oportunidad que Dios nos da para ser salvados; es el tiempo esperado para que las tinieblas del pecado, que obstruyen nuestra visión y que no nos dejan ver la realidad como es verdaderamente, sean disipadas por la Luz del "Señor que viene".
Esta era la esperanza de Israel y es "o debe ser" una realidad para cada uno de nosotros. El Adviento nos recuerda que el tiempo mesiánico ya es una realidad, pues el nacimiento de Jesús lo ha inaugurado.
Debemos dejar que Dios mismo, por medio del Espíritu Santo, vaya arrancando de nuestra vida el velo que distorsiona nuestra visión, sobre todo, dentro de nuestra familia, en donde a veces juzgamos a la esposa o al esposo, a los hermanos o a los padres, de manera incorrecta.
El tiempo de Adviento es un tiempo para abrir nuestros ojos a la bondad y, sobre todo, a la comprensión, solo así el tiempo mesiánico se realizará plenamente en nuestro medio.
Salmo responsorial
Sal 22, 1b-3a. 3bc-4. 5. 6
R. Habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
- El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.
- Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
- Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.
- Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Mirad que llega el Señor, para salvar a su pueblo; bienaventurados los que están preparados para salir a su encuentro. R.
EVANGELIO
Jesús cura a muchos
y multiplica los panes
Lectura del santo Evangelio
según san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron: «Siete y algunos peces».
Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
Este pasaje de la multiplicación de los panes es muy conocido. De hecho, hay dos multiplicaciones de los panes. En uno vemos que son cinco panes y dos peces; es en el que muchos de ustedes conocerán la canción que dice: ‘aquí hay un muchacho que solo tiene cinco panes y dos peces. ¿Qué será aquello para tanta gente?’
En esta multiplicación se habla de siete panes y algunos peces; pero la verdad es que eso no importa. Más bien hay que enfocarnos en ese corazón generoso y magnánimo de nuestro Señor Jesucristo.
A Cristo le da lástima ver a tanta gente y no tener qué darles de comer. Los ve cansados, hambrientos, sedientos. Mira a su alrededor y busca corazones que compartan su misma preocupación y encuentra a ese joven que tiene siete panes y algunos pescados.
Así también pasó con Dios: veía el mundo cansado, hambriento, sediento, inquieto y buscó y buscó y buscó corazones que le ayudaran, y encontró el corazón de María Santísima, quien le dio sus siete panes; es decir, le dio lo que tenía: su juventud, su vida y con ello Dios se hizo carne y la Palabra fue hecha vida.
Dios necesita de colaboradores que den de sus siete panes. Hoy sigue buscando almas generosas que le ayuden a saciar el hambre; el hambre de amor, a saciar la sed de felicidad, a calmar la inquietud con la paz. Busca corazones que estén dispuestos a dar sus siete panes.
Busca corazones generosos y un corazón generoso no cuantifica, simplemente se da. Hoy dar mis siete panes para que Cristo pueda multiplicarlos. Siete panes pueden ser cinco minutos con uno de tus hijos, hermanos, empleados, amigos; cinco minutos de atención. Cada uno sabe cuáles son esos siete panes que hoy te pide el Señor.
Antífona de comunión
Mt 10, 27
Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, dice el Señor; y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Que tus sacramentos, Dios nuestro, enciendan en nosotros aquella misma ardiente caridad que inflamó a san Francisco Javier por la salvación de las almas, para que, viviendo más dignamente nuestra vocación, consigamos con él el premio prometido a los buenos servidores. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
Señor, tú me has rescatado de una vida vacía, sin sentido, ni eternidad, para trasladarme a una vida plena, llena de propósito y eterna; por eso, Señor, me pongo a tu disposición para arrancar el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones.
Destruirás la muerte para siempre anunciando tu vida eterna; Señor Dios, enjuga las lágrimas de todos los rostros y borra de toda la tierra la afrenta.
Acción
Hoy buscaré descubrir las cosas positivas que hay en mi casa y en mi familia, seré comprensivo y no juzgaré por apariencias.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Misal Católico, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
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