Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Martes, 10 de junio de 2025.


Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana X - Feria.
   Color del día: Verde.  

Memoria libre: Beato Giovanni (Juan) Dominici, obispo.

Antífona de entrada
Sal 26, 1-2

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan mis enemigos, tropiezan y caen.

Oración colecta

Dios omnipotente y misericordioso, a cuya gracia se debe el que tus fieles puedan servirte digna y laudablemente, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos tienes prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
Jesús no fue sí y no,
sino que en él solo hubo sí

Lectura de la 2 carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 1, 18-22

Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no es sí y no.

Pues el Hijo de Dios, Jesucristo, que fue anunciado entre vosotros por mí, por Silvano y por Timoteo, no fue si y no, sino que en él solo hubo sí. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su sí en él. Así por medio de él, decimos nuestro “Amén” a Dios, para gloria suya a través de nosotros.

Es Dios quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros; y además nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones.

Palabra de Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Hemos comenzado a escuchar la segunda carta de San Pablo a los Corintios y en ella el apóstol nos sitúa ante la palabra pronunciada, definitivamente, en favor de la humanidad. En la fidelidad de él, de Silvano y Timoteo, se pone de manifiesto la integridad del anuncio hecho y de ello pone a Dios por testigo.

Y ante ese anuncio, un inmenso gozo llena el corazón y la vida misma del que escucha. Pues en Jesucristo solamente ha habido un sí a favor de todo ser humano. Su sí es el sí de Dios, puesto que ha venido enviado por él para darlo a conocer y por medio de su Espíritu llevarnos a reconocer que en él todas las promesas de Dios, hechas a los padres, han alcanzado su sí. Jesucristo es el sí de Dios. Y en la medida en que estamos unidos a él, por su medio respondemos “amén” a Dios.

Dios es quien nos confirma en la unidad de todos los hombres en Cristo. Dice Pablo “a nosotros junto con vosotros”. Es importante no perder de vista esta afirmación, pues no es a nosotros a costa de vosotros, sino en la unidad generada por la muerte y resurrección de Jesucristo, porque dice a continuación: “nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu en nuestros corazones”.

Salmo responsorial
Sal 118, 129. 130. 131. 132. 133. 135

R. Haz brillar, Señor,
tu rostro sobre tu siervo.
  • Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma. R.
  • La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes. R.
  • Abro la boca y respiro, ansiando tus mandamientos. R.
  • Vuélvete a mí y ten misericordia, como es tu norma con los que aman tu nombre. R.
  • Asegura mis pasos con tu promesa, que ninguna maldad me domine. R.
  • Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes. R.

Aclamación antes del Evangelio
Mt 5, 16

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre. R.

EVANGELIO
Vosotros sois la luz del mundo

Lectura del santo Evangelio
según san Mateo 5, 13-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Palabra del Señor.

Reflexión sobre el Evangelio

Nosotros no terminamos de entender lo que para los oyentes de Jesús estaba a la vista. En nuestra experiencia la sal no puede perder la salinidad. Parece, pues, sobrar la pregunta, pues si no puede dejar de ser salada, no hace falta algo que le devuelva la salinidad.

No era eso lo que veían a diario los contemporáneos de Jesús, pues el fuego consumía los ladrillos de sal en el horno y el hornero sacaba ese material inútil y lo echaba al suelo. La gente lo pisaba. Además de impedir la corrupción hacía arder lo que fácilmente no ardía.

La luz ha de iluminar por su propia naturaleza y las tinieblas se deshacen cuando ella está presente. Jesús indica lo que no se solía hacer: poner la lámpara encendida debajo del celemín. Para que ilumine ha de estar colocado en alto. El discípulo iluminado por la luz de Cristo no puede ni debe ocultar esa luz, pues ha sido iluminado para, a su vez, iluminar.

No hay manera de ocultar una población edificada en lo alto de la montaña. La existencia nueva recibida en el bautismo no hay manera de ocultarla, porque se verá siempre su belleza o su ruina, pero a la vista de todos queda.

En el final del pasaje proclamando aparece lo que Jesús ha querido resaltar como enseñanza para los discípulos: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”. La existencia del bautizado no puede quedar opacada y tampoco convertirse en el objetivo a alcanzar por los que miran, sino que debe alumbrar, no deslumbrar; preservar de la corrupción y mover a volverse a Dios, dador de todo bien.

Antífona de comunión

Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

Oración después de la comunión

Te rogamos, Señor, que aumente en nosotros la acción de tu poder y que, alimentados con estos sacramentos celestiales, tu favor nos disponga para alcanzar las promesas que contienen. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración

Me ofrezco, Señor, como una ofrenda para ti; tómame de tal modo que mis decisiones, deseos y anhelos más profundos estén dirigidos e inspirados por ti. Lléname de tu Espíritu Santo para que realmente me vaya configurando cada vez más contigo.

Acción

Hoy revisaré si mi palabra tiene valor y hago todo de manera honesta.

Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Frailes Dominicos de España, Evangelización Activa, Id y Enseñad, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).