Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Viernes, 12 de diciembre de 2025.


Tiempo Litúrgico: Adviento. Semana II.
   Color del día: Blanco.  

Fiesta:

Antífona de entrada
Cf. Ap 12,1

Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

Gloria

Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor, sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.

Oración colecta

Oh, Dios, Padre de las misericordias, que pusiste a tu pueblo bajo el singular patrocinio de la santísima Madre de tu Hijo, concede a cuantos la invocan con el título de Guadalupe, que busquen con fe decidida el progreso de los pueblos por los caminos de la justicia y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
Mirad: la virgen está encinta

Lectura del libro de Isaías
Is 7, 10–14; 8, 10b

En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo: «Pide un signo al Señor, tu Dios, en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».

Respondió Ajaz: «No lo pido, no quiero tentar al Señor».

Entonces dijo Isaías: «Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo.

Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, porque con nosotros está Dios».

Palabra de Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Esta profecía mesiánica surge en el contexto en el cual, el pueblo de Israel, temeroso ante la proximidad de una invasión, se siente tentado a recurrir a Asiria para que lo salve.

Es aquí que Dios les recuerda que su único salvador es él y que, como prueba de su presencia y su poder, les dará una señal para que ya no duden y confíen plenamente en él. Esta señal vendrá a convertirse precisamente en la llegada del Mesías, que es Dios-con-nosotros.

El pueblo quizás no imaginó la profundidad de estas palabras, las cuales quedaron aún lejos de iluminar la realidad que Dios tenía pensada para la salvación del pueblo, pues si bien la Encarnación del Verbo realizó el cumplimiento de la profecía, el envío del Espíritu Santo, producto de este proyecto salvífico, hizo que Dios sea ahora Dios-en-nosotros.

Hazte, pues, consciente de que Dios es-en-ti, y que desde tu corazón busca iluminar y salvar a toda la humanidad.

Salmo responsorial
Sal 66, 2-3. 5. 7-8

R. ¡Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.
  • Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia y gobiernas las naciones de la tierra. R.
  • La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R.

Aclamación antes del Evangelio
Cf. Lc 1, 45

R. Aleluya. Aleluya. Aleluya.

Bienaventurada tú, que has creído, Virgen María, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. R.

EVANGELIO
Bienaventurada la que ha creído

Lectura del santo Evangelio
según san Lucas Lc 1, 39-47

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».

Palabra del Señor.

Reflexión sobre el Evangelio

Hoy celebramos con gran gozo y alegría, la fiesta de Nuestra Señora María de Guadalupe, Patrona de América. El Evangelio de hoy nos la recuerda en el episodio de la visita a la casa de Zacarías e Isabel. María recién había recibido del ángel el anuncio de que sería Madre del Salvador y se encamina a las montañas para visitar y servir a Isabel, madre de Juan el Bautista. 

Muy probablemente María, hasta ese momento, no alcanzaba a dimensionar lo que estaba sucediendo, pero el Espíritu Santo se encargó de empezarle a mostrar la magnitud del acontecimiento por medio de Isabel, cuando le dice: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’.

Hoy el Evangelio nuevamente nos da ideas para aplicar en nuestra vida diaria, en esta época de preparación para celebrar el nacimiento de Jesús. El ejemplo de María nos debe mover a imitarla en su actitud de encuentro y servicio. Si nosotros hemos recibido como María el anuncio, debemos también correr al encuentro de los que más nos necesitan. 

Seguramente conocemos a personas como Zacarías e Isabel, que requieren de nuestra visita y de nuestro servicio. Dios nos invita a ir a su encuentro. María nos motiva también a ser portadores de la alegría y el mensaje de la salvación. 

En estos días, cuando asistas a un evento, una reunión o a la cena de Navidad de tu empresa, aprovecha para ser quien proponga dar gracias con alegría por el trabajo, por los dirigentes, por los proyectos y por todas las bendiciones recibidas. 

Aprovecha, si es posible, para dirigir una oración o sugerir al organizador hacer un momento para recordar que la razón de la celebración es el nacimiento de Jesús y agradecerle por todo. Glorifica al Señor como lo hizo María y llénate de júbilo en Dios, nuestro Salvador. 

Antífona de comunión
Cf. Sal 147, 20

No ha hecho nada semejante con ningún otro pueblo; a ninguno le ha manifestado tan claramente su amor.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

Oración después de la comunión

Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que acabamos de recibir en este sacramento, nos ayuden, Señor, por intercesión de santa María de Guadalupe, a reconocernos y amarnos todos como verdaderos hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración

Señor, que mi ser lleno de tu presencia sirva para que ilumines al mundo y lo lleves hasta la plenitud de tu amor, yo te ratifico mi disposición de ser tu instrumento; úsame como quieras, Señor, y santifícame.

Acción

Este día seré muy consciente de que mi ser es el ser de Cristo, y haré todas las cosas como él las haría.

Fuentes:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo A, 2025-2026, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).