Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana XXII - Feria.
Color del día: Verde.
Memoria libre: Santos Cleto (Leto) y Donaciano, obispos y mártires.
Antífona de entrada
Sal 85, 3. 5
Piedad de mí, Señor; que a ti te estoy llamando todo el día, porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Oración colecta
Dios todopoderoso, que posees toda perfección, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre y concédenos que, al crecer nuestra piedad, alimentes todo bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Dios os ha reconciliado para ser
admitidos a su presencia
santos y sin mancha
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Colosenses 1, 21-23
Hermanos:
Vosotros, en otro tiempo, estabais también alejados y erais enemigos por vuestros pensamientos y malas acciones; ahora, en cambio, por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para ser admitidos a su presencia santos, sin mancha y sin reproche, a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 53, 3-4. 6 y 8
R. Dios es mi auxilio.
- Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras. R.
- Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio voluntario, dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 6bc
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo soy la verdad y la vida – dice el Señor – nadie va al Padre sino por mí. R.
EVANGELIO
¿Por qué hacéis en sábado
lo que no está permitido?
Lectura del santo Evangelio
según san Lucas 6, 15
Un sábado, iba Jesús caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos.
Unos fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?».
Respondiendo Jesús, les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre?
Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él».
Y les decía: «El Hijo del hombre es señor del sábado».
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado? Siendo honestos, la pregunta de los fariseos es válida, aunque desde una defectuosa interpretación. En efecto el sábado, por prescripción divina, tenía que ser reservado solo a Dios y al descanso.
Pero, la prohibición del trabajo en sábado no era un fin en sí misma, sino que era una manera práctica en la que Dios ayudaba a los hombres a no perder de vista al Creador y Dador de los bienes.
Es cierto, no era una recomendación, sino un mandato reiterado, pero un mandato que tenía primero, el fin de ayudar a los hombres a dar el correcto culto a Dios y a propiciar el desarrollo de una bella relación con Él, y después a entrenarse en el reconocimiento y el respeto de la dignidad de la persona, que no vale por lo que hace sino por quien es; a darle al cuerpo, al propio cuerpo, un merecido descanso y a favorecer la interacción con las personas que forman parte del círculo vital más cercano.
Los fariseos habían perdido de vista el fondo y se quedaban con la forma. Recordemos cómo se escandalizaban porque Jesús curaba en sábado o expulsaba demonios en ese día o, como escuchamos hoy, hacían problema porque los discípulos de Jesús desgranaban las espigas que iban a comer y así interpretaban exagerando literalmente la ley cultual, olvidándose del sentido común, de Dios y de los hombres –y muchas veces, de otros de los mandamientos– por cumplir algunas reglas vacías ya de su contenido.
Por eso, el Señor Jesús puso el ejemplo de otros casos concretos en los que, para salvaguardar la vida de algunas personas, no se respetó la ley cultual, por ayudar a recordar el fondo de esa Ley, que Dios mismo había establecido.
Finalmente, este acontecimiento, que acabamos de escuchar en el Evangelio, sirve para anunciar que Él era el “Hijo del Hombre”, es decir aquél de quien se habla en el libro de Daniel; lo que significa que, en realidad, Él era “el Hijo de Dios”, el “Emmanuel”, el “Dios con nosotros”.
Por eso afirmó ser el dueño del sábado, el día del Señor; dando así inicio a toda la reforma a la Ley que establecía los modos antiguos en los que se debía de dar culto a Dios, pero reiterando la vigencia de la Ley de Dios en lo que respecta a los comportamientos morales, que retomó para llevarlos a su plenitud y ayudar a los hombres a amar como Dios mismo ama.
Partiendo del texto que estamos meditando creemos, entonces, que Dios te invita hoy: primero, a decidir no ser como los fariseos de aquel tiempo, a no perderte en la forma descuidando el fondo; a no perderte en las pequeñas faltas de los otros o en la observancia de tradiciones humanas, que pudieran incluso ser buenas, pero descuidando la caridad.
La segunda invitación de Dios es a vivir el nuevo día del Señor: es decir el domingo, el día de la Resurrección, como un día especialmente dedicado a Él.
Reconociendo a Jesucristo como tu Señor porque Él es el Señor de Cielos y Tierra y dándole culto a Jesucristo y con Él, al Padre de los Cielos, organizando tu día en torno a la Celebración de la Eucaristía, pero llevando al Señor al resto de las actividades para renovar tus relaciones familiares, especialmente honrando a tu padre y a tu madre y ejercitándote en el amor a los más cercanos, para aprender a amar, siempre con Cristo, a los más lejanos.
Antífona de comunión
Sal 30, 20
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para los que te temen.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Saciados con el pan de la mesa del cielo, te pedimos, Señor, que este alimento de la caridad fortalezca nuestros corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).
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