Lecturas - Viernes 16 de enero de 2015


Tiempo litúrgico: Ordinario
Color: Verde

Santoral


Primera Lectura: Hebreos 4,1-5.11
"Empeñémonos en entrar en aquel descanso"

Hermanos: Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea que ha perdido la oportunidad. También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron de nada les sirvió, porque no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado. 

En efecto, entramos en el descanso los creyentes, de acuerdo con lo dicho: "He jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso", y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. Acerca del día séptimo se dijo: "Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho." En nuestro pasaje añade: "No entrarán en mi descanso." Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, siguiendo aquel ejemplo de rebeldía.

Salmo Responsorial: 77, 3 y 4bc. 6c-7. 8
"No olvidéis las acciones de Dios."
  • Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder.
  • Que surjan y lo cuenten a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos.
  • Para que no imiten a sus padres, generación rebelde y pertinaz; generación de corazón inconstante, de espíritu infiel a Dios.

Evangelio: Marcos 2,1-12
"El Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados"

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les preponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. 

Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados quedan perdonados." Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: "¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?" Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: "¿Por qué pensasteis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? 

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados..." Entonces le dijo al paralítico: "Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa." Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto una cosa igual."

Reflexión
“Unos hombres trajeron a un paralítico.”

A un hombre cuyas fuerzas interiores están debilitadas para todo bien ¿no le podemos levantar como al paralítico del evangelio y abrir el techo de las Escrituras para depositarlo a los pies del Señor?

Lo veis bien, un hombre así es un paralítico espiritual. Y yo veo este techo (las Escrituras) y sé que Cristo está escondido bajo este techo. Haré, pues, dentro de mis posibilidades otro tanto que hicieron los hombres del evangelio y que el Señor aprobaba: abro el techo de la casa y hago descender al paralítico a los pies del Señor. Él mismo dice al enfermo: “Hijo mío, ten ánimo, tus pecados te son perdonados”(cf Lc 5,24). Jesús cura a este hombre de su parálisis interior, le perdona sus pecados...

Pero había allí gente que no podían ver la curación de la parálisis interior. Acusaron de blasfema al médico que había efectuado la curación. “¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lc 5,21ss) Pero como este médico era Dios conocía los pensamientos de los hombres. Ellos creían que Dios tenía este poder pero no veían a Dios presente delante de ellos. Entonces, este médico actúa también sobre el cuerpo del paralítico para curar la parálisis interior de aquellos que sólo entendían este lenguaje exterior. Realizaba algo que ellos pudieran ver para creer también ellos.

¡Ánimo, pues, tú también tienes el corazón débil, tú que estás enfermo hasta el punto de ser incapaz de todo bien ante lo que pasa en el mundo! ¡Ánimo, tú que interiormente estás paralizado! Juntos abramos el techo de las Escrituras para bajar y colocarnos a los pies del Señor.

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Discurso sobre los Salmos, salmo 36

Acción

Señor, me impresiona contemplar lo maravillosamente fiel que eres, cómo, a pesar de tantas fallas, idas y venidas hacia ti, tú permaneces y tu amor no cambia; no puedo decir lo mismo de mí, pues tú y yo sabemos que constantemente caigo, muchas veces consciente, o inconscientemente, prefiero otras cosas en vez de ti, Dios inmutable y amoroso. Enséñame a permanecer, enséñame a ser como tú, sé que siéndote fiel no fallaré en ningún sentido, lléname con tu Espíritu para que eso sea posible, pues no podría hacerlo de otro modo.

Hoy ofreceré algún sacrificio por cada cosa, pequeña o grande, en la que reconozca que durante el día le he sido infiel a Dios. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelio del Día - Evangelización Activa
Verificado en:
Ordo Temporis 2015, Conferencia Episcopal de Costa Rica