Cuidado con el efecto del pecado que ciega al hombre, advierte el Papa Francisco.


VATICANO, 04 Mar. 16 / 04:17 pm (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco presidió esta tarde la celebración Penitencial en la Basílica de San Pedro con ocasión de la jornada “24 horas con el Señor”, donde invitó a los fieles a acercarse al sacramento de la Confesión y así dejar atrás la ceguera del espíritu “que impide ver lo esencial” y “fijar la mirada en el amor que da la vida”.

“El pecado también tiene este efecto: nos empobrece y aísla”. “Es una ceguera del espíritu, que impide ver lo esencial, fijar la mirada en el amor que da la vida; y lleva poco a poco a detenerse en lo superficial, hasta hacernos insensibles ante los demás y ante el bien”, dijo el Papa.

Francisco reconoció que “la presencia cercana de Jesús permite sentir que, lejos de él, nos falta algo importante. Nos hace sentir necesitados de salvación, y esto es el inicio de la curación del corazón. Luego, cuando el deseo de ser curados se hace audaz, lleva a la oración, a gritar ayuda con fuerza e insistencia, como hace Bartimeo”, dijo el Papa en su homilía en referencia al Evangelio proclamado en la liturgia.

Este Evangelio narra la historia del ciego Bartimeo y cómo Jesús le cura después de gritarle pidiéndole ayuda. “Cada uno de nosotros se encuentra en la situación de Bartimeo”, dijo Francisco.

“Su ceguera lo había llevado a la pobreza y a vivir en las afueras de la ciudad, dependiendo en todo de los demás”, recordó sobre la historia.

“Qué fácil y equivocado es creer que la vida depende de lo que se posee, del éxito o la admiración que se recibe; que la economía consiste sólo en el beneficio y el consumo; que los propios deseos individuales deben prevalecer por encima de la responsabilidad social”, denunció el Pontífice.

El Obispo de Roma destacó que “mirando sólo a nuestro yo, nos hacemos ciegos, apagados y replegados en nosotros mismos, vacíos de alegría y libertad verdadera”. “Pero Jesús pasa; y no pasa de largo: ‘se detuvo’, dice el Evangelio”, añadió.

Por otro lado, el Pontífice explicó que siempre hay alguien “que no quiere detenerse, que no quiere ser molestado por el que grita su propio dolor, prefiriendo hacer callar y regañar al pobre que molesta”. Esta “es la tentación de seguir adelante como si nada, pero así se queda lejos del Señor y se mantienen distantes de Jesús y de los demás”.

El Papa pidió que cada uno reconozca “ser mendigos del amor de Dios” y no deje “que el Señor pase de largo”. A su vez, recordó que el Jubileo de la Misericordia “es un tiempo favorable para acoger la presencia de Dios, para experimentar su amor y regresar a él con todo el corazón”.

“Como Bartimeo, dejemos el manto y pongámonos en pie: abandonemos lo que nos impide ser ágiles en el camino hacia él, sin miedo a dejar lo que nos da seguridad y a lo que estamos apegados; no permanezcamos sentados, levantémonos, reencontremos nuestra dimensión espiritual, la dignidad de hijos amados que están ante el Señor para ser mirados por él a los ojos, perdonados y recreados”.

El Obispo de Roma también dijo a los Obispos que “estamos llamados a escuchar el grito, quizás escondido, de cuantos desean encontrar al Señor”.

“No debemos ciertamente disminuir las exigencias del Evangelio, pero no podemos correr el riesgo de malograr el deseo del pecador de reconciliarse con el Padre, porque lo que el Padre espera antes que nada es el regreso a la casa del hijo”.

“No lo olvidemos: sólo Dios es quien obra en cada persona. Nosotros hemos sido elegidos para suscitar el deseo de la conversión, para ser instrumentos que facilitan el encuentro, para extender la mano y absolver, haciendo visible y operante su misericordia”, concluyó.

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