Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 15 de agosto de 2018.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Blanco   

Santoral:

Primera Lectura
Lectura del libro
del Apocalipsis del apóstol
san Juan (11, 19; 12, 1-6. 10)
Una mujer envuelta por el sol,
con la luna bajo sus pies.

Se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y a punto de dar a luz y gemía con los dolores del parto.

Pero apareció también en el cielo otra figura: un enorme dragón, color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y una corona en cada una de sus siete cabezas. Con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Después se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo, en cuanto éste naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue llevado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios.

Entonces oí en el cielo una voz poderosa, que decía: “Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Al celebrar hoy la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen al cielo, la Palabra de Dios nos invita a contemplarla como un gran signo puesto por Dios en el cielo. Este texto, aunque referido originalmente a la Iglesia, ha venido a constituir una de las revelaciones más hermosas de Dios para nosotros, pues nos permite contemplar a María Santísima como el gran modelo a seguir para alcanzar la santidad y la vida perfecta. 

Y es que las señales se han puesto para que la gente no se pierda en el camino, como en las carreteras en las que cada signo, cada señal son un instrumento para poder conducir adecuadamente y no tener accidentes. Lo mismo ocurre con María. Ella nos muestra con su vida y con la forma de relacionarse con Dios, cómo debe ser nuestra propia vida. Cuando nosotros revisamos con cuidado los pocos pasajes en los que aparece citada o referida nuestra Madre Santísima, veremos que su vida no fue fácil. Que pasó por grandes tribulaciones, como las nuestras o quizás, en muchos casos, mayores que las nuestras, y sin embargo, en todas ellas salió adelante, pues su confianza estaba puesta completamente en Dios. 

Su oración era fervorosa y confiada; su caridad era sin límites, pues para ella eran más importantes sus hermanos y sus semejantes que ella misma. Ella vivió lo que Jesús nos enseña y esto desde antes de que Jesús iniciara su camino de predicación. Si no queremos perdernos en la vida, basta con voltear a ver a María Santísima y ella, que nos lleva en su regazo, nos conducirá por esta vida hasta que lleguemos a los brazos amorosos de Jesús.

Salmo responsorial:
Sal (4, 10bc. 11-12ab. 16-17)
R/ De pie, a tu derecha, está la reina. 
  • Hijas de reyes salen a tu encuentro. De pie, a tu derecha, está la reina, enjoyada con oro de Ofir. R.  
  • Escucha, hija, mira y pon atención: olvida a tu pueblo y la casa paterna; el rey está prendado de tu belleza; ríndele homenaje, porque él es tu señor. R. 
  • Entre alegría y regocijo van entrando en el palacio real. A cambio de tus padres, tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra. R.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (15, 20-27)
Resucitó primero Cristo, como primicia,
después los que son de Cristo.

Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.

En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.

Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte, porque todo lo ha sometido Dios bajo los pies de Cristo.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (1, 39-56)
Ha hecho en mí grandes cosas el que
todo lo puede. Exaltó a los humildes.

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Reflexión sobre el Evangelio

En este hermosísimo pasaje, san Lucas nos ha retratado el interior de María Santísima. En él, expresa lo que sentía y pensaba, no sólo de Dios en sí mismo y su actuación para con su pueblo, sino la profunda relación que mantenía con él y que es el motor de toda su vida. 

María se presenta como la Sierva del Señor y es, por ello, que su alegría más grande, está en alabar a Dios y servir a sus hermanos. Si hoy nuestra sociedad se ha vuelto más egoísta y distante, sobre todo de los necesitados, es porque se ha distanciado de Dios, porque no encuentra su alegría en alabarle, porque su relación con él es pobre y fría. 

Es necesario que volvamos a encender el fuego del amor a Dios en nuestros corazones, que nos demos tiempo en nuestro agitado día para orar, para visitarlo en los sagrarios, para comulgar con más frecuencia, para reconciliarnos sacramentalmente; en fin, para crecer en nuestra amistad con el Señor. Sólo de esta manera el fuego de Dios en nuestro corazón, como en María, se transformará en caridad.

Oración

Jesús bueno, clemente y compasivo, que nos has dado como madre nuestra a tu propia madre y has querido encomendarnos a su amorosa solicitud y a sus maternales cuidados, enséñanos a ser como ella, obedientes al Padre, atentos a tu palabra y dóciles al Espíritu Santo, para que un día, podamos cantar tus alabanzas en el cielo, al lado de María Virgen y todos los santos por los siglos de los siglos. Amén.

Acción

El día de hoy, voy a dedicar unos minutos para rezar el rosario junto con mis seres queridos y encomendarnos a la amorosa protección de la Madre de Dios.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica