Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Lunes 23 de noviembre de 2020.


Tiempo Litúrgico: Ordinario II - Semana XXXIV. 
   Color del día: Verde.   
Témporas de Petición (Por la santificación del trabajo humano).

Memoria libre:

Primera Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis
del apóstol san Juan (14, 1-3. 4-5)
Llevaban grabados en la frente el
nombre de Cristo y el de su Padre.

Yo, Juan, tuve otra visión: Vi al Cordero, en pie sobre el monte Sión y con él, ciento cuarenta y cuatro mil personas, que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.

Y oí un ruido que venía del cielo, parecido al estruendo del mar y al estampido de un trueno poderoso; el ruido que oía era como el de un gran coro acompañado de arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el trono, ante los cuatro seres vivientes y los ancianos.

Y nadie podía cantar el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, que habían sido rescatados de la tierra. Estos son los que acompañan al Cordero a dondequiera que va; estos son los que han sido rescatados de entre los hombres, las primicias para Dios y para el Cordero; en la boca de ellos no hubo mentira y son irreprochables ante Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este pasaje es usado generalmente por los Testigos de Jehová para atemorizar a los cristianos haciéndoles creer que convirtiéndose a su religión formarán parte de estos 144,000 "redimidos", ya que de lo contrario, o perecerán en el infierno, o no entrarán al cielo, quedándose a vivir en la tierra, la cual después de la hecatombe final, será transformada en un "paraíso".

Como ya habíamos dicho, el Apocalipsis es un libro simbólico que se vale de los números para comunicar con ellos su mensaje. El número 144,000 aparece 3 veces citado por san Juan (7, 4; 14, 1. 3) y es un número simbólico formado por la multiplicación de 12 x 12 x 1000.

El primer número indica el pueblo del Antiguo Testamento; el segundo, el pueblo del Nuevo Testamento; y el número 1000 indica totalidad (cf. Sal 90, 4; 2Pe 3, 8). De manera que los salvados, es decir, quien canta el cántico del Cordero es el pueblo de Dios, tanto del Nuevo Testamento como del Antiguo Testamento.

Esta visión se refiere al pueblo de Dios en su totalidad, como se puede apreciar en Ap. 7, 9-10 en donde la multitud incontable, alaba al Cordero. De todo esto, una cosa es cierta: Jesús, el Cordero de Dios, murió por nosotros y nos ha preparado un lugar en donde ÉL está (cf. Jn 14, 2-3), sin embargo, ¿podríamos decir que nuestra vida es irreprochable, como nos lo propone la lectura de hoy?

Salmo Responsorial
(Salmo 23)
R/ Dichosos los limpios de corazón.
  • Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos. R.
  • ¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. R.
  • Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Esta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (21, 1-4)
Vio una viuda pobre que echaba dos monedillas

En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir”.

Reflexión sobre el Evangelio

En nuestro país hay una canción que dice: ‘El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí’. Esta canción ejemplifica lo que significa ‘no te amo’. El dar solo lo que sobra es una verdadera muestra de no-amor hacia cualquiera.

Creo que la persona que ama no solo da de lo que tiene sino que busca dar lo mejor. Pensemos y apliquemos este pensamiento a las personas que tenemos cerca: a nuestros padres, al cónyuge, a los hijos y, especialmente, a Dios.

¿Les damos lo mejor de nosotros o solo lo que nos sobra? Si quieres saber a quién verdaderamente amas, solo piensa para quién siempre tienes tiempo, a quién le das lo mejor de ti; entonces, habrás encontrado la respuesta. Es triste que muchos de nosotros, para Dios, solo tengamos las sobras.

Oración

Padre celestial, gracias por enviar a tu Hijo Jesús y por medio del Espíritu hacerme partícipe de la gracia santificante; te pido que, en virtud de ella, me formes para ser de los que acompañan al Cordero, tu Hijo, a donde quiera que va.

Quiero ser de los rescatados de entre los hombres y de las primicias para ti y para el Cordero; revísteme de tu fuerza para que en mi boca no haya mentira y sea irreprochable ante ti.

Acción

Hoy voy a revisar qué tantas veces doy rienda suelta a mi boca y dejo que mienta, y en qué aspectos de mi vida Dios podría reprocharme algo. Pediré perdón y enmendaré mi conducta.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A – 2020, Conferencia Episcopal de Costa Rica