Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Martes, 19 de enero de 2021.


Tiempo Litúrgico: Ordinario I - Semana II. 
   Color del día: Verde.   

Memoria libre:

Primera Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (6, 10-20)
Contamos con la esperanza,
que es como un ancla firme y segura.

Hermanos: Dios no es injusto para olvidar los trabajos de ustedes y el amor que le han mostrado al servir a sus hermanos en la fe, como lo siguen haciendo hasta hoy. Deseamos, sin embargo, que todos y cada uno de ustedes mantenga hasta el fin el mismo fervor y diligencia, para alcanzar la plenitud de su esperanza. Así, lejos de volverse negligentes, serán ustedes imitadores de aquellos que, por la fe y la paciencia, heredan lo prometido por Dios.

En efecto, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, como no había nada superior por lo cual jurar, juró por sí mismo, diciendo: Te colmaré de bendiciones y te daré una descendencia innumerable. Por este motivo, Abraham perseveró en la paciencia y alcanzó lo prometido por Dios.

Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos, y el juramento pone fin a toda discusión. También Dios, cuando quiso mostrar con plenitud a los herederos de la promesa lo irrevocable de su decisión, se comprometió con un juramento.

Así pues, mediante estos dos actos irrevocables, promesa y juramento, en los cuales Dios no puede mentir, tenemos un consuelo poderoso los que buscamos un refugio en la esperanza de lo prometido. Esta esperanza nos mantiene firmes y seguros, porque está anclada en el interior del santuario, ahí donde Jesús entró, precediéndonos, constituido sumo sacerdote, como Melquisedec.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Qué importante es en nuestros momentos de dificultad, cuando la confianza y la esperanza corren el peligro de debilitarse, el recordar que creemos y amamos a un Dios que ha hecho alianza con nosotros y que, como nos lo dice hoy nuestra lectura, sus promesas y juramentos son irrevocables.

Nos exige únicamente la fidelidad. Ante ÉL están siempre nuestras luchas, nuestras debilidades, nuestros dolores y padecimientos, y recordando SU alianza, está siempre listo para socorrernos y mostrarnos el camino.

No dejemos que el desánimo nos venza. Dios ha hecho morada entre nosotros, y Él peleará con y por nosotros todas nuestras batallas y luchas, hasta que un día, junto con María Santísima, podamos disfrutar de SU paz y SU alegría perpetua.

Salmo responsorial
(Sal 110, 1-2. 4-5. 9 y 10c)
R/ El Señor se acuerda
siempre de su alianza.
  • Quiero alabar a Dios, de corazón, en las reuniones de los justos. Grandiosas son las obras del Señor y para todo fiel, dignas de estudio. R.
  • Ha hecho inolvidables sus prodigios. El Señor es piadoso y es clemente. Acordándose siempre de su alianza, él le da de comer al que lo teme. R.
  • El redimió a su pueblo y estableció su alianza para siempre. Dios es santo y terrible y su gloria perdura eternamente. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (2, 23-28)
El sábado se hizo para el hombre,
y no el hombre para el sábado.

Un sábado Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?”

El les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros”.

Luego añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Reflexión sobre el Evangelio

La verdad, a los fariseos no les importaba transgredir la ley, sin embargo, la sabían usar muy bien para su propio beneficio, habían olvidado que la ley nunca puede ser más importante que la caridad.

Siguiendo este principio, el último canon del Derecho Canónico que rige a la Iglesia latina, reza así: "la salvación de las almas es la ley suprema de la Iglesia" (CDC. 1752). No podemos vivir sin leyes, pues nos ayudan a normar y a dirigir nuestras vidas. Desde nuestros hogares, hasta las últimas instituciones las leyes son necesarias.

Sin embargo, quienes están encargados de la aplicación de éstas, deben tener siempre en cuenta el "espíritu" que las han inspirado y que, en última instancia, es el bien de los individuos y de la comunidad.

Aquellos a los que Dios nos ha puesto al cuidado de la observancia de la ley (padres, administradores, gobernantes, superiores y líderes) debemos tener siempre cuidado de no usarla para beneficio particular sino para el bien de los hermanos.

Oración

Tú conoces, Señor, mi corazón y todos mis pensamientos, y al acercarme a ti en oración, sabes de antemano mis luchas, mis debilidades e incluso lo que te voy a pedir y lo que necesito realmente. 

Amado Jesús, más que cualquier otra cosa, te quiero a ti, quiero tu presencia, quiero tu amistad, tu compañía; enséñame a ser tu amigo y que cada uno de mis días sea iluminado por la seguridad de que estás conmigo por tu fidelidad.

Acción

Hoy me haré consciente de que Jesús está conmigo todo el tiempo y por lo tanto, platicaré con él todo el día, en las tareas cotidianas, a la hora de comer, le pediré opinión de las noticias que reciba. Estaré todo el día con él y él conmigo.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B – 2021, Conferencia Episcopal de Costa Rica