Tiempo Litúrgico: II Semana de Navidad.
Color del día: Blanco.
Memoria libre:
Primera Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan (4, 7-10)
Dios es amor.
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Hoy en día se insiste mucho en el amar de una forma activa, como si solamente se tratara de un imperativo: debemos amar y amarnos. Sin embargo, la Sagrada Escritura insiste continuamente, en usar esta expresión en forma pasiva: dejarnos amar. San Juan, en este pasaje, claramente nos dice que es precisamente DIOS el que nos ama y que este amor que recibimos de ÉL, es el que nos capacita para que podamos nosotros amarlo a ÉL y amarnos entre nosotros.
Cuando el hombre no se dispone y no se abre a este amor, el esfuerzo por amar se traduce en insatisfacción y frustración, pues sólo el amor de Dios es capaz de movernos al verdadero amor. Es por ello que la vida espiritual en la vida del hombre es fundamental, ya que en ella es en donde Dios se manifiesta a nosotros con SU amor.
San Pablo, en su carta a los Romanos, nos dice que el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Esta expresión completa lo que hoy nos refiere san Juan, ya que para nosotros, los cristianos, esta fuerza para amar se ve perfeccionada por la inhabitación del Espíritu en nuestra alma.
Es con este amor con el que tenemos que amarnos unos a otros. Por ello, una familia que lleva una relación fuerte y profunda con Dios, establece entre sus miembros un vínculo indestructible y una relación amorosa y tierna. Abramos nuestro corazón a Dios y permitamos que sea ÉL quien nos ame, para con ese amor también amar nosotros.
Salmo responsorial
(Sal 71, 2. 3-4ab. 7-8)
R/ Que te adoren, Señor,
todos los pueblos.
- Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. R.
- Justicia y paz ofrecerán al pueblo las colinas y los montes. El rey hará justicia al oprimido y salvará a los hijos de los pobres. R.
- Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (6, 34-44)
Al multiplicar los panes,
Jesús se manifiesta como profeta.
En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le dijeron: “Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vayan por los caseríos y poblados del contorno y compren algo de comer”. El les replicó: “Denles ustedes de comer”. Ellos le dijeron: “¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?” El les preguntó: “¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver”. Cuando lo averiguaron, le dijeron: “Cinco panes y dos pescados”.
Entonces ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados.
Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.
Reflexión sobre el Evangelio
En medio de un mundo egoísta, que solo piensa en sí mismo, este evangelio nos enseña lo qué puede ocurrir cuando se comparte lo que se tiene. Eran solo unos cuantos panes y pescados y fueron suficientes para alimentar a toda una multitud.
Es que precisamente cuando se comparte, es cuando se puede experimentar la multiplicación. Muchas veces pensamos que lo que tenemos (especialmente cuando se trata de recursos económicos) apenas nos alcanzaría para nosotros y para nuestra familia.
Es necesario hacer la prueba y darnos cuenta que cuando ponemos nuestros dones al servicio de Dios y de los demás, estos se multiplican enormemente.
La abundancia nace del compartir. El atesorar nos empobrece y empobrece a muchos, el compartir nos enriquece y nos permite participar del amor de Dios. ¿Por qué no haces la prueba y ves qué grande es el Señor?
Oración
Gracias, Señor, por tu amor profundo y tremendamente superior a lo que pudiera haber esperado. Tu amor es mi inspiración y me impulsa a amar y a darme a los demás. No permitas, Jesús, que olvide el amor incomparable, personal, fiel, eterno e incondicional con que me amas.
Acción
Hoy repetiré a las más personas que pueda, que Dios les ama.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B – 2021, Conferencia Episcopal de Costa Rica