Hoy es la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, a quien la Virgen le entregó el Rosario


8 de agosto de 2021 - 12:01 AM
Redacción ACI Prensa

Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) nació en Caleruega, Burgos (España). Su madre fue la Beata Juana de Aza, y su padre, don Félix Núñez de Guzmán, a quien se le reconoce como Venerable.

De los 14 a los 28 años vivió en Palencia, donde recibió una cuidadosa educación en artes (humanidades), filosofía y, finalmente, teología. En esa misma ciudad, llegó a ser profesor de la escuela catedralicia durante cuatro años. Con el tiempo, Domingo iría descubriendo su vocación misionera y de servicio a los pobres.

Para 1190, ya había terminado la carrera y recibido la tonsura. Se hizo canónigo regular de la catedral de Osma. Por aquel entonces se vivía un clima de tensión con los moros (musulmanes) en España, a lo que se añadían los continuos enfrentamientos entre los príncipes cristianos de los reinos de la península. 

La región de Palencia padecía entonces una gran hambruna. Tal situación tocó profundamente a Domingo quien, compadecido por la miseria en la que muchos vivían, empezó a servir a los más necesitados. Se dice que se deshizo de gran parte de sus pertenencias y de su biblioteca personal, con el propósito de reunir algún dinero y donarlo.

Cierto día llegó ante Domingo una mujer con el rostro cubierto de lágrimas. Ella le relató cómo su hermano había caído prisionero de los moros y se lo habían llevado. Domingo entonces pensó en ofrecerse a sí mismo en rescate por aquel hombre. El gesto de Domingo, por su valentía y generosidad, hizo que los captores del muchacho desistieran de su propósito. Al final, no fue necesario que Domingo se entregara. Sin embargo, la determinación que mostró le ganó el reconocimiento del pueblo.

A los 24 años de edad fue llamado por el obispo de Osma para ser canónigo de la Catedral y a los 25 fue ordenado sacerdote. Más adelante, su obispo tuvo que viajar a Dinamarca por encargo del rey Alfonso VIII y decidió llevar consigo a Domingo. Durante el viaje, el Santo quedó impactado por el alcance que tenía la herejía albigense (catarismo) por aquellas tierras, lo que lo llevó al convencimiento de que la correcta predicación del Evangelio era indispensable, y que hecha de manera didáctica podría apartar del error a los incautos y fortalecer la fe del pueblo.

Para 1207, Santo Domingo, junto a algunos compañeros que compartían con él el deseo de ser buenos predicadores, ya se hallaba por completo entregado a la vida apostólica, habiendo dejado atrás todo tipo de comodidades y viviendo de la limosna. Él mismo se encargó de formar sacerdotes que predicasen con locuacidad la sana doctrina.

Más tarde, con el anhelo de responder a la necesidad de una buena formación de los fieles, fundaría la Orden de Predicadores (conocidos después como dominicos). La Orden fue constituída en Toulouse, Francia, durante la denominada Cruzada albigense y sería confirmada por el Papa Honorio III, el 22 de diciembre de 1216.​

A lo largo de su vida, el Santo recibió hasta tres pedidos papales para hacerse obispo, pero siempre declinó para ocuparse de su Orden. De esta manera, los años posteriores a 1216 fueron de un esfuerzo espiritual extenuante, hasta ver consolidada su fundación. Había crecido mucho la necesidad de albergar las numerosas vocaciones y formarlas debidamente.

Santo Domingo, amigo de San Francisco de Asís, partió a la Casa del Padre en Bolonia (Sacro Imperio Germánico) el 6 de agosto de 1221. Tenía 50 años. Fue canonizado en 1234 por el Papa Gregorio IX, quien dijo de él: “de la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo”. Su fiesta se celebra cada 8 de agosto.



La Madre de Dios, en persona, le enseñó a Sto. Domingo a rezar el rosario en el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.

Domingo de Guzmán era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albingense. Esta enseña que existen dos dioses, uno del bien y otro del mal. El bueno creó todo lo espiritual. El malo, todo lo material. Como consecuencia, para los albingenses, todo lo material es malo. El cuerpo es material; por tanto, el cuerpo es malo. Jesús tuvo un cuerpo, por consiguiente, Jesús no es Dios.

También negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios. Se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y creencias. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe, que trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. También habían factores políticos envueltos.

Domingo trabajó por años en medio de estos desventurados. Por medio de su predicación, sus oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos. Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a pasar trabajos, los convertidos se daban por vencidos.

Domingo dio inicio a una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada.

La Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito porque muchos albingenses volvieron a la fe católica.

Lamentablemente la situación entre albingences y cristianos estaba además vinculada con la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra. Simón de Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret. De Montfort consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y el resultado del rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.

Un creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y, con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de Predicadores (más conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban, enseñaban y los frutos de conversión crecían. A medida que la orden crecía, se extendieron a diferentes países como misioneros para la gloria de Dios y de la Virgen.

El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes al rosario.

Fuentes: