Lecturas de la Misa del día y su reflexión. Domingo, 28 de agosto de 2022.


Tiempo Litúrgico: Ordinario - Semana XXII.
   Color del día: Verde.  

Memoria libre:

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico
(Sirácide) (3, 19-21. 30-31)
Hazte pequeño y hallarás gracia ante el Señor.

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria.

No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad. El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar.

Salmo responsorial
(Sal 67, 4-5ac. 6-7ab. 10-11)
R/ Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
  • Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría. Entonen alabanzas a su nombre. En honor del Señor toquen la cítara. R.
  • Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos. R.
  • A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres. R.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (12, 18-19. 22-24)
Se han acercado ustedes a Sión,
el monte y la ciudad del Dios viviente.

Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí: ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas, ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca.

Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (14, 1. 7-14)
El que se engrandece a sí mismo, será humillado
y el que se humilla, será engrandecido.

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento.

Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

Reflexión sobre el Evangelio

El último lugar
Por Comentarista 9 | domingo, 28 agosto 2022 | Comentario a las Lecturas | Archidiócesis de Madrid.

En el Evangelio de hoy escuchamos una enseñanza recurrente del Maestro: El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Jesús no nos está dando una lección de cortesía, aunque aprovecha un acontecimiento cotidiano para enseñarnos algo sobre la vida eterna. La tentación de ocupar los primeros lugares es muy grande. Casi podríamos decir que nadie escapa a ella. La humildad tampoco es nada fácil; hay mucha humildad afectada, ensayada. Humilde es la Virgen María, que reconoce en ella la obra que Dios ha hecho, y humilde es todo aquel que se sabe receptor de los dones divinos y nunca niega que le han sido dados.

De alguna manera Dios siempre tiene que humillarnos para, después, poder enaltecernos. Ha de ayudarnos a tomar conciencia de nuestra pequeñez para después hacer desbordar en nosotros su misericordia y su bondad. Es como un camino doble. Por una parte Dios nos empequeñece y ésa es una condición para después hacernos grandes.

Cuando leemos la vida de los santos continuamente nos damos cuenta de ese proceso. Hay como una parte de nuestra humanidad que se cierra a la gracia. Es cuando pensamos que solos nos bastamos para alcanzar la plenitud de la felicidad. Entonces Dios sale a nuestro encuentro y nos deja fracasar, o permite que tropecemos A partir de ahí, si aprendemos la lección y confesamos nuestra insuficiencia podemos aspirar a recibir socorro.

Hemos sido llamados a la mesa del Señor. Participar del banquete eucarístico es un gran privilegio. Pero hemos de acercarnos a él con santo temor. Porque lo que se nos da es muy grande: el mismo Jesús se ofrece como alimento. Ocupar el último lugar tiene aquí el sentido de saber que hemos sido convidados sin merecerlo. Jesús nos ha agregado a los suyos por pura bondad. Al decirnos lo que nosotros debemos hacer al organizar una fiesta, esto es, invitar a los pobres, lisiados, ciegos…, nos está indicando lo que Él ha hecho con nosotros.

De esa manera aprendemos también el orden de la caridad. Porque Dios nos ha amado sin merecerlo, nosotros también hemos de amar a aquellos que, en un pensamiento según el mundo, no podrán correspondernos. Elegimos porque hemos sido elegidos y lo hacemos siguiendo las huellas del Maestro, por pura liberalidad.

El camino que conduce a amar de corazón a los pobres se inicia reconociéndonos nosotros mismos como mendigos. Por ello no podemos aspirar a los primeros puestos, ya que no corresponde al hombre decidir su lugar junto a Dios, sino que es Dios quien debe concederlo. Romper esa dinámica es olvidar el primado de la gracia.

Mediante nuestras acciones en la tierra, el uso de nuestra libertad, correspondemos al don recibido. Porque es don, hace que siempre nos sepamos pequeños. Es Dios el que obra en nosotros y hace maravillas a través de nosotros. En el último lugar siempre encontramos a Jesús, el Hijo eterno del Padre, que se abajó y tomó la condición de esclavo. El que se nos da en la Eucaristía es el mismo que lavó los pies a sus apóstoles y nos ha purificado con su sangre. Mientras permanecemos en el último lugar podemos contemplar a Jesús, dejarnos amar por él y aprender a amar a los demás.

Oración de los Fieles

Construimos la humildad cuando reconocemos que sólo Dios puede sostenernos y guiarnos por el camino de la salvación. Pongamos a sus pies nuestras necesidades, e implorando su auxilio, digamos:

R/ Has nuestro corazón semejante al tuyo, Señor.
  • Por la Iglesia apostólica, que debe esforzarse por vivir la comunión de bienes. R.
  • Por los gobernantes, que deben preocuparse por el bienestar de aquellos que tienen a cargo. R.
  • Por los enfermos, que necesitan encontrar en nosotros la cercanía y el cuidado de Dios. R.
  • Por las familias, que deben ser la primera escuela de humildad y sencillez. R.
  • Por los aquí congregados, que estamos llamados a hacernos pequeños para hallar gracia ante Dios. R.
Oh Dios, escucha con amor las súplicas que ahora te dirigimos, y permite que tu rebaño sea un reflejo de la caridad y la cercanía que nos enseñó Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Adaptado de:
La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Archidiócesis de Madrid.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2021-2022, Conferencia Episcopal de Costa Rica.