Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Sábado, 1 de octubre de 2022.


Tiempo Litúrgico: Ordinario - Semana XXVI.
   Color del día: Blanco.  

Memoria obligatoria:

Primera Lectura
Lectura del libro de Job
(42, 1-3. 5-6. 12-16)
Ahora te han visto ya mis ojos, por eso me retracto.

Job le dijo al Señor: “Reconozco que lo puedes todo y que ninguna cosa es imposible para ti. Era yo el que con palabras insensatas empañaba la sabiduría de tus designios; he hablado de grandezas que no puedo comprender y de maravillas que superan mi inteligencia.

Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto ya mis ojos; por eso me retracto de mis palabras y me arrepiento, echándome polvo y ceniza”.

El Señor bendijo a Job al final de su vida más que al principio: llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.

Tuvo siete hijos y tres hijas; la primera se llamaba Paloma, la segunda Canela y la tercera Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les asignó una parte de la herencia, al igual que a sus hermanos.

Y Job vivió hasta los ciento cuarenta años y vio a sus hijos, a sus nietos y a sus bisnietos. Murió anciano y colmado de años.

Salmo responsorial
(Sal 118, 66. 71. 75. 91. 125. 130)
R/ Enséñame, Señor, tus mandamientos.
  • Enséñame a gustar y a comprender tus preceptos, pues yo me fío de ellos. Sufrir fue provechoso para mí, pues aprendí, Señor, tus mandamientos. R.
  • Yo bien sé que son justos tus decretos y que tienes razón cuando me afliges. Todo subsiste hasta hoy por orden tuya y todo está a tu servicio. R.
  • Yo soy tu siervo: instrúyeme y conoceré tus preceptos. La explicación de tu palabra da luz y entendimiento a los humildes. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (10, 17-24)
Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo.

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

El les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Reflexión sobre el Evangelio

Quisiera que centráramos nuestra atención en los últimos versículos del texto, pues creo que realmente nosotros somos muy afortunados, los que vivimos en estos últimos tiempos; nosotros que hemos tenido la dicha de escuchar la Palabra del Señor y llenarnos de su amor y de su paz.

Esto me lleva a pensar en todos los hermanos que no han escuchado nunca este mensaje o peor aún, en los que lo han escuchado y lo han rechazado, sin darse cuenta de que esto los priva de la felicidad y del amor que Dios nos ofrece.

Es realmente triste darnos cuenta de que, aún hoy en día, como en los tiempos de Jesús, la gente sigue tan metida en sus propias cosas que no son capaces de poner atención al mensaje del Evangelio.

Por eso nosotros, en especial tú que hoy estás leyendo este evangelio, eres realmente afortunado, pues estoy seguro de que si continúas diariamente leyendo y profundizando en el mensaje de Jesús, esto traerá para tu vida muchas gracias y bendiciones; tu vida y la de tu familia se enriquecerán enormemente.

Dale gracias a Dios por haberte concedido tener acceso a las maravillas de su amor, y continúa extasiándote con todo lo que Dios hace día con día en tu vida.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2021-2022, Conferencia Episcopal de Costa Rica.