Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Martes, 4 de febrero de 2025.


Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana IV.
   Color del día: Verde.  


Antífona de entrada

Sálvanos, Señor, Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte  será nuestra gloria.

Oración colecta

Señor, Dios nuestro, concédenos adorarte con toda el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
Corramos, con constancia,
en la carrera que nos toca

Lectura de la carta
a los Hebreos 12, 1-4

Hermanos:

Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.

Palabra de Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

En medio de un mundo lleno de tanta dispersión, en donde el activismo nos consume, apurados por mil y un problemas que tenemos que resolver diariamente, es fácil que perdamos la ruta y que aún como personas religiosas, pongamos toda nuestra atención en los medios y no en el fin. El autor de la carta a los Hebreos nos invita a centrar nuevamente nuestra atención en la meta que es Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.

Todo lo demás es un medio para llegar a él. San Ignacio, a propósito decía: "Si con la enfermedad te doy más gloria prefiero estar enfermo; pero si con mi salud te doy más gloria, prefiero estar entonces sano"; así lo decía de la riqueza e incluso de su misma muerte. Todo para él era ya relativo a la gloria de Dios. Y así tiene que ser para nosotros también.

En la medida en que mantenemos nuestra mirada fija en Jesús, es difícil que nos perdamos o que lleguemos a confundir los medios como fines en sí mismos. Que nada ni nadie distraiga tu atención, no importa lo que tengamos que hacer o sufrir; recuerda que lo único verdaderamente importante es poder llegar a estar unido a Cristo y vivir con él toda la eternidad; lo demás no tiene sentido ni importancia.

Salmo responsorial
Sal 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32

R. Te alabarán, Señor, los que te buscan.
  • Cumpliré mis votos delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan. ¡Viva su corazón por siempre! R.
  • Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos. Ante él se postrarán los que duermen en la tierra, ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.
  • Mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: «Todo lo que hizo el Señor». R.

Aclamación antes del Evangelio
Mt 8, 17b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo tomó nuestras dolencias y cargo con nuestras enfermedades. R.

EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate.

Lectura del santo Evangelio
según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con sólo tocarle el manto curaré».

Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?».

Los discípulos le contestaron: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”».

Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.

Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Reflexión sobre el Evangelio

Dos excelentes pasajes unidos en un solo relato en donde podemos ver la importancia de la fe. El elemento que hace posible la acción de Dios, incluso de manera extraordinaria, es la fe. Pero tiene que ser una fe como la que nos muestra el evangelio de hoy.

Una fe que desafía todo y se lanza a tocar a Jesús; o en el caso de los padres de la niña, quienes, no obstante la evidencia de la muerte de la niña, dejan que Jesús haga las cosas a su manera. Creer significa confiar aun ante la evidencia contraria; creer significa tomar los riesgos de ser criticados, creer es actuar, diría el apóstol Santiago. Muchas veces nuestra fe queda sólo a nivel de razón y no de actuación.

La verdadera fe es notoria pues expresa, sin lugar a dudas, la confianza y el abandono total en Dios. ¿Cómo es tu fe? ¿Es una fe intelectual o es una fe que ante la evidencia contraria continua diciendo: No entiendo Señor, pero creo que tú me amas y que harás lo que sea mejor para mí y para los míos?

Antífona de comunión

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Señor, no quede yo defraudado tras haber acudido a ti.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

Oración después de la comunión

Alimentados por estos dones de nuestra redención, te suplicamos, Señor, que, con este auxilio de salvación eterna, crezca continuamente la fe verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración

Señor Jesús, que nos invitas constantemente a seguirte para vivir contigo eternamente en la casa de tu Padre, ayúdanos con la luz de tu Espíritu Santo a descubrir lo que quieres de nosotros para que merezcamos esa vida eterna a la que nos invitas y nos esforcemos diariamente para merecerla.

Acción

Hoy viviré cada momento de mi vida con la intensidad que viene de saber que Cristo me llama a vivir el cielo desde aquí, sirviendo a mis hermanos y solidarizándome con los que sufren.

Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).