Tiempo Litúrgico: Adviento. Semana I - Feria.
Color del día: Morado.
Memoria libre:
Antífona de entrada
Cfr. Sal 131, 9
Que tus sacerdotes, Señor, se revistan de justicia, y tus fieles se llenen de júbilo.
Oración colecta
Concédenos, Señor, que nos sirvan de ayuda las oraciones del presbítero san Juan Damasceno, para que la verdadera fe, que él enseñó de manera tan eminente, sea siempre nuestra luz y nuestra fortaleza. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad
Lectura del libro de Isaías 26, 1-6
Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes:
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura, a la ciudad elevada; la abatirá, la abatirá hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres».
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Esta lectura nos presenta las características del pueblo que ha de participar de la alegría del Reino. Debe ser fiel, de ánimo firme para conservar la paz y con una infinita confianza en Dios. Si esto se esperaba del pueblo del Antiguo Testamento, ¿cuánto más no será para la Iglesia que ha sido revestida con el poder del Espíritu Santo?
De esta manera, el Adviento se nos presenta como una oportunidad en nuestro diario caminar para revisar si estos valores están presentes en nuestra vida.
Pensemos si vivimos la fidelidad, principalmente a nuestros compromisos bautismales y si éstos se proyectan en una vida de fidelidad a los que debiéramos amar; revisemos si en medio de este mundo turbulento somos capaces de conservar la paz, y si somos un instrumento para que esta paz se desarrolle en nuestros ambientes, de manera principal en nuestras familias.
Pensemos si todo esto nos ha llevado a tener una confianza tal en Jesús, que aunque él retrasara su llegada, nosotros la esperamos y la continuamos preparando con la seguridad de que su llegada será un momento glorioso para todos lo que hemos buscado vivir de acuerdo a su Evangelio. Haz de este Adviento un verdadero camino hacia el encuentro con el amor de Dios.
Salmo responsorial
Sal 117, 1 y 8-9. 19-21. 25-27a
R. Bendito el que viene
en nombre del Señor.
- Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes. R.
- Abridme las puertas de la salvación, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. R.
- Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina. R.
Aclamación antes del Evangelio
Is 55, 6
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca. R.
EVANGELIO
El que hace la voluntad del Padre
entrará en el reino de los cielos
Lectura del santo Evangelio
según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre o, dicho de otra forma: “obras son amores y no buenas razones”.
Sí, no basta con decir que creo en Dios y que lo amo mucho, para gozar de la vida plena que Él da en este mundo y de manera todavía más plena y eterna en el otro. ¡No! Es necesario hacer la voluntad del Padre; voluntad que Cristo ha comunicado con claridad y que nosotros hemos conocido por el testimonio de aquellos que lo vieron y escucharon y que fueron vivificados por Él y que incluso dieron su vida para que nosotros la conociéramos hoy.
Por eso te repito, con Cristo, no basta con que tú sientas que estás en comunicación con Dios, ni con que creas o reconozcas su existencia; es necesario poner todos los medios para vivir como Cristo y como Cristo lo estableció.
Por eso es absurdo pensar que tu pecado “es un pecado normal y que no hace falta dejarlo, pues todo mundo lo hace”; a ver: el pecado es pecado. Es absurdo pensar que no tienes que acercarte al Sacramento de la Reconciliación para ser perdonado por Dios: puesto que Cristo ha dicho que los pecados que no perdonen sus ministros no serán perdonados.
También es absurdo creer que no tienes que ir a Misa los domingos: puesto que el Señor ha mandado que la celebráramos en conmemoración suya; o que tener intimidad sexual extra o prematrimonial, “si es por amor no es tan malo”: pues los mandamientos son claros: “no cometerás actos impuros”, ni “desearás al hombre o mujer de tu prójimo”.
Por eso te pregunto ¿Tú eres un hombre o una mujer prudente o imprudente? ¿Eres sabio o necio? ¿En tus opciones y decisiones cotidianas, estás construyendo tu vida sobre roca o sobre arenas movedizas? ¿Estás edificando tu existencia para resistir las contrariedades de la vida y las embestidas del mundo? o te estás poniendo “a modo” para ser aplastado por ellas.
¡Enfócate! no pierdas tu tiempo soñando en “conocer no sé qué lugar” o en disfrutar “solo el momento presente” o en “lograr tal o cual meta mundana”. Si tus ojos no están puestos en el Cielo, el peligro de desviarte es grande. Repito: “obras son amores” y para vivir la vida en plenitud y para poder gozar del amor eterno del Padre, Él tiene que reconocer a su Hijo en ti, por eso, tienes que vivir a lo divino.
Antífona de comunión
Cfr. Mt 24, 46-47
Dichoso el servidor a quien su amo, al volver, lo encuentre cumpliendo con su deber; yo les aseguro que le confiará todos sus bienes.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Que esta mesa celestial, Dios todopoderoso, robustezca y aumente el vigor espiritual de todos los que celebramos la festividad de san Juan Damasceno, para que conservemos íntegro el don de la fe y caminemos por el sendero de la salvación que él nos señaló. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
Dirige, Señor, mis pasos, que me lleven hasta ti, pues tú eres mi baluarte, escudo y fortaleza; ayúdame a permanecer fiel a ti, a tener un ánimo firme para mantener la paz; humilla mi soberbia, pero mi pobreza tórnala en abundancia y mi humildad en gloria delante tuyo.
Acción
Hoy evaluaré si realmente soy consciente a cada instante de que Dios es mi única fortaleza y le diré constantemente: "Tú eres mi fortaleza, Señor".
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Misal Católico, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
