Tiempo Litúrgico: Pascua. Semana VII.
Color del día: Rojo.
Memoria obligatoria: Santos Carlos Lwanga y compañeros, mártires.
Antífona de entrada
Cf. Sab 3, 6-7. 9
El Señor probó a sus elegidos como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. En el juicio de Dios serán premiados, pues la gracia y la misericordia son para sus elegidos.
Oración colecta
Dios nuestro, que hiciste que la sangre de los mártires sea semilla de nuevos cristianos, concédenos que el campo de tu Iglesia, regado por la sangre de los santos Carlos Lwanga y compañeros, produzca siempre abundante cosecha para ti. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Completo mi carrera, y consumo el
ministerio que recibí del Señor Jesús
Lectura del libro de los Hechos
de los apóstoles 20, 17-27
En aquellos días, Pablo, desde Mileto, envió recado a Éfeso para que vivieran los presbíteros de la Iglesia. Cuando se presentaron, les dijo:
«Vosotros habéis comprobado cómo he procedido con vosotros todo el tiempo que he estado aquí, desde el día en que puse pie en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en medio de las pruebas que me sobrevinieron por las maquinaciones de los judíos; como no he omitido por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar predicando y enseñando en público y en privado, dando solemne testimonio a judíos como a griegos, para que se conviertan a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús.
Y ahora, mirad, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu, de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios.
Y ahora, mirad: sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino, volverá a ver mi rostro. Por eso testifico en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos: pues no tuve miedo de anunciaros enteramente el plan de Dios».
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
En esta emotiva despedida de san Pablo a la comunidad de Asia menor nos dice: "No he escatimado nada que fuera de utilidad para anunciarles el Evangelio". Es decir, ha puesto todo lo que estaba de su parte para que Jesús fuera conocido y amado.
Si hoy hiciéramos un balance de nuestros recursos y de nuestra vida, ¿podríamos, como san Pablo, decir que hemos puesto todo lo que está de nuestra parte para que Jesús fuera conocido en nuestra oficina, en nuestra escuela, en nuestra familia o en nuestro barrio?
Siempre he creído que si el Evangelio no ha llegado "hasta los últimos confines del mundo", y si nuestra sociedad es una sociedad en la que el fantasma de la muerte nos aterroriza, es porque los cristianos hemos permanecido pasivos por muchos años (deberíamos decir demasiados).
Cada uno se ocupó solo de sus negocios, pensando que los "padrecitos, las monjitas y los misioneros" eran los únicos encargados de llevar la Buena noticia.
El Concilio Vaticano II y en especial la Christifideles Laici de Juan Pablo II, en consonancia con Evangelii Nuntiandi de Paulo VI, nos recuerdan que ha llegado la hora de que cada uno de nosotros tome con seriedad su función dentro de la Iglesia y anuncie la verdad en Jesucristo. Recordemos que "sólo en Cristo está la respuesta a todas las interrogantes de la vida del hombre".
Salmo responsorial
Sal 67, 10-11. 20-21
R. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
- Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R.
- Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros. R.
EVANGELIO
Padre, glorifica a tu Hijo
Lectura del santo Evangelio
según san Juan 17, 1-11a
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le dado sobre todo carne, dé la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
A lo largo de nuestro día, es increíble la cantidad de información que podemos recibir. La radio, la TV, los periódicos, la Internet, nuestras relaciones de trabajo o escolares buscan convencernos de actitudes, necesidades, acontecimientos.
Muchas veces no importa la fuerza del argumento sino la fuente de la que provino: "es que lo dijo fulano" o "es que lo leí en tal libro, periódico" o "es que lo dijo el maestro o el jefe de la oficina". Hoy Jesús en el evangelio nos dice: "Yo les he comunicado las palabras que me diste".
Es decir, la palabra escrita en la Biblia no tiene la autoridad del editor, sino la autoridad de Dios. Por eso en la liturgia, cuando se proclama la palabra se dice, sin importar quien la escribió (Isaías, Mateo, Pedro, Pablo): "Palabra de Dios".
Sin embargo, todavía hay quienes la discuten, la ponen en duda, la comparan con otros "autores", y finalmente quienes, el hecho de que sea "palabra de Dios", les tiene sin cuidado. No olvidemos que la "Revelación" no solamente busca informarnos el pensamiento de Dios, sino instruirnos y ayudarnos para que nuestra vida alcance la plenitud.
En definitiva, busca convencernos que sólo en Dios está la verdadera felicidad. Pidamos al Espíritu Santo que venga a nuestro corazón y nos convenza de la importancia de tomar en serio la Palabra de Dios.
Antífona de comunión
Cf. Sal 115, 15
Es preciosa a los ojos del Señor la muerte de sus santos. Aleluya.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Habiendo recibido, Señor, el divino sacramento, al conmemorar la victoria de tus santos mártires, te suplicamos que, lo que a ellos les permitió soportar los suplicios, a nosotros nos obtenga, en medio de las adversidades, constancia en la fe y en la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
Dame tu gracia, Señor, y lléname de tu Espíritu Santo para que con valentía y entusiasmo lleve el anuncio de tu Palabra a todos aquellos que no te conocen, para que por mi medio, tu Hijo sea conocido de todos y amados por ellos.
Acción
Hoy revisaré en cuáles de mis responsabilidades diarias no estoy dando el cien por ciento de mi capacidad, y veré la manera de hacerlo como testimonio de mi vida cristiana.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Id y Enseñad, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).
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