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A la hora del ángelus del último domingo de octubre el Papa Francisco – desde la ventana de su estudio frente a la Plaza de San Pedro – explicó a los fieles y peregrinos de diversos países, y a quienes lo seguían a través de los medios de comunicación, que en la Liturgia del día el Evangelio habla de un escriba que se acerca a Jesús y le pregunta: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”.
Amar a Dios y al prójimo
Al comentar que Jesús responde, citando la Escritura, “que el primer mandamiento es amar a Dios”, el Santo Padre dijo que “de este, como consecuencia natural, se deriva el segundo: amar al prójimo como a sí mismo: Y añadió que, tras esta respuesta, “el escriba no sólo reconoce que es justa, sino que al hacerlo repite casi las mismas palabras pronunciadas por Jesús”.
“Amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”
Tras preguntar “¿por qué, al dar su asentimiento, el escriba siente la necesidad de repetir las mismas palabras de Jesús?”, Francisco expresó que “esta repetición es aún más sorprendente si pensamos que estamos en el Evangelio de Marcos, que tiene un estilo muy conciso”. Mientras del sentido de esta repetición dijo que “es una enseñanza para nosotros que escuchamos”:
Rumiar la Palabra de Dios
“Porque la Palabra del Señor no puede ser recibida como cualquier noticia: hay que repetirla, asumirla, custodiarla”
Además, el Papa subrayó que la tradición monástica utiliza un “término audaz, pero muy concreto: la Palabra de Dios ha de ser ‘rumiada’. Podemos decir que es tan nutritiva que debe llegar a todos los ámbitos de la vida: implicar” “todo el corazón, toda el alma, toda la inteligencia, todas las fuerzas”. De manera que”’
“La Palabra de Dios debe resonar, ser un eco dentro de nosotros. Cuando existe este eco interior, significa que el Señor habita nuestro corazón”
El Señor corazones dóciles
Hacia el final de su comentario el Obispo de Roma dijo que “el Señor busca, no tanto hábiles comentaristas de las Escrituras, sino corazones dóciles que, acogiendo su palabra, se dejan transformar dentro”.
Por esta razón, es importante “familiarizar con el Evangelio, tenerlo al alcance de la mano siempre, leerlo y releerlo, apasionarse. Cuando lo hacemos, Jesús, Palabra del Padre, entra en nuestro corazón, se vuelve íntimo y nosotros damos frutos en Él”.
“Tomemos como ejemplo el Evangelio de hoy: no es suficiente leerlo y comprender que hay que amar a Dios y al prójimo. Es necesario que este mandamiento, el ‘gran mandamiento’, resuene en nosotros, sea asimilado, se convierta en voz de nuestra conciencia. Entonces no se queda en letra muerta, porque el Espíritu Santo hace brotar en nosotros la semilla de esa Palabra”
Después de reafirmar que “la Palabra de Dios actúa, es viva y eficaz”, el Papa dijo que así cada uno puede “convertirse en una “traducción viva, diferente y original, de la única Palabra de amor que Dios nos dona”.
¿Este mandamiento orienta mi vida?
Invitando a retomar hoy el ejemplo del escriba, el Pontífice pidió que “repitamos las palabras de Jesús, hagámoslas resonar en nosotros: ‘Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y al prójimo como a sí mismo’. Y preguntémonos: ¿Orienta realmente mi vida este mandamiento? ¿Se refleja en mi vida diaria?”.
“Nos hará bien esta noche, antes de dormirnos, hacer un examen de conciencia sobre esta Palabra, para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado. Que la Virgen María, en quien se hizo carne el Verbo de Dios, nos enseñe a acoger en nuestro corazón las palabras vivas del Evangelio”
Crédito: Vatican Media / Vatican News
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